martes, 18 de diciembre de 2012

FUEGOS CRUZADOS

Una nota para agradecerle mis hijos Rodrigo, Andrés, Fernanda y sus compañeras, su honestidad, y para disculparme de mis inconsistencias. Una nota de amor para quien no nombre  y lo resienta.

Tengo mucho que agradecer a la cocina este año. Un viaje a ver nacer a Diego Andrés, mi segundo nieto en Australia, a mi nieta Arianna, a mis hijos Rodrigo y Gusa, otro maravilloso festival de cocina venezolana en Indonesia  y su contraparte en Venezuela, con la colaboración de la embajada de ese país y el impulso de mis amigos de Amapola. Amo cocinar en ese lugar. De Irina Pedrozo admiro su impecable cocina, su gente, su manera de hacer con los ingredientes un menú que habla del país. Eso me importa. No es que otros no lo hagan, hablo por lo que he compartido. Gracias a Alejandro Damián y su equipo de 360 que me recuerda mi amor irrestricto por mi bella ciudad.
Al sureste asiático llegué por otro amigo, Manuel Guzmán, embajador de Venezuela en Malasia, pocos como él en su honestidad intelectual, esfuerzo y compromiso, A Naty, Luisa, Mirna, Marilú. Que no me hablen del tema político con gente impecable.
Es complicado nombrar, pero imposible no hacerlo con Juvenal Camero y el casabe de Yekuana que siempre me acompaña, como una vez lo hizo Casabe Gourmet en tiempos de Inés María Peña...casabe venezolano que es lo que importa, y cómo gusta fuera. O a Chocolates El Rey.
Armense de valor para seguir leyendo mis gracias... a Destilería Carúpano y ese Solera Aniversario, al ron Oro, y sobre todo a la gente que hace que tal sabor sea posible. Sueño con que armemos un museo en Carúpano en Macarapana, para dejar un registro más visible aún de la calidad de lo que se puede hacer con nuestro saber y hacer. A Chocolates San José y su empeño por hacer conocer nuestros sabores criollos con tanta calidad y familia.
A Chocolates Carúpano de Chacaracual.
En cada viaje de alguna manera también me acompañaron este año María Fernanda Di Giaccobe y su generosidad sin tregua, igual a la de la gente de Kakao, la catara y las hormigas o bachacos de Nelson Méndez, mi familia, Magaly Salazar que cuida a mi madre y a mi hermana, y sobre todo a mi espléndido marido, Juan Sará, que es cocinero anónimo e insigne que aprendió a contestarme, oído, o sí chef.
Guayana Gastronómica y el Instituto Culinario Cuisinart, son el mejor festival gastronómico que he visto,  otras gracias. Admiro el compromiso honesto de Gessler Delgado, de su familia, de la adquirida, que son todos en su escuela.
Mi año no hubiera sido el mismo sin mi amiga Yelitza Acosta y mi hermano Rafael en Maturín. Yeli es lo que llamo una mujer íntegra, igual que Zoraida Barrios, Mamazory, en el Instituto Laurus en Valencia. Son seres excepcionales con los que me comunico incluso en el silencio.
A Hugo Madriz le agradezco su profesionalismo, sus retos, la confianza. A los estudiantes y cocineros que se enamoraron de nuestros sabores haciéndolos.
A Valentina Quintero su amor y honestidad incorruptibles, su casa, su familia, su compromiso de país y de tarbesianas que comparto. A Arianna Arteaga, que es parte importante de mi familia, a Fuco que la comparte, y no importa la redundacia, con nosotros,  generosamente.
Realmente la lista es larga, mi hermana Serenella Rosas, a la que quiero de más, a Ilena Matos, Vanessa Rolfini, a todas mis colegas periodistas. Pero qué horror si la lista es larguísima así que mejor intercalo, si es que puedo, algo que me distancie racionalmente de tantos afectos.
Me siento parte de una cocina de productos, de patrimonio, de gente, que está creciendo pero no me siento satisfecha.
La cocina regional sigue sin tener espacios. Más que antes, pero espacios insuficientes. Y creo que eso se debe a que, disculpas Sumito por su voz de peso indiscutible para mí, disculpas Venezuela Gastronómica, sigue siendo un espacio pero no un proyecto de país donde estemos todos los que hacemos, y que quede claro que entiendo que todos puede que no quepamos en el mismo lugar, pero creo fervientemente en un espacio en el que todos los existentes se unan de veras para hacer de muchas partes una, como fue en el día de mercado2 ... pero faltan espacios. Ah...si, eso lo sabemos todos... pero. Si uno no va a Caracas y cocina ahí, es como que no existiera, digo, en la permanencia. En estos días escuché una entrevista de Sumito Con Sasha Correa, donde se habló de conceptos, de invertir en abrirse espacios. Ajá, los de aprendizaje sí...pero, y que me disculpe también el profesor Rafael Cartay con quien he conversado sobre el tema y sé su parecer... cómo es que yo, por ejemplo, para no comprometer a nadie más, aparecí en una grilla de programación del Salón Internacional de Gastronomía, sin que me preguntaran si podía ir y cómo? Creo que algunos amigos periodistas, sobre todo de TV, entenderán, que esto de que te están viendo cientos, miles, millones de personas no paga las cuentas. Es decir, todos invertimos en nuestro hacer, y el mío es en mi comunidad. No regateo precios, busco con desenfreno la cooperativa, el señor, con más ahínco quizá a las señoras, la gente orgullosa de su trabajo que pocos pagan y que yo quiero mostrar y ese es nuestro empeño.
No me siento satisfecha con el compromiso de muchas empresas en el área alimentaria. No me gusta que a la gente común, como yo quizá, el menú que les satisfaga siendo parrilla mar y tierra, pasta y pizza. No entiendo que todo cueste tanto, no entiendo que los productores sigan tan anónimos, no entiendo que paguemos lo que sea por una trufa y nos parezca caro para nuestro menú un maravilloso producto nacional. No entiendo tampoco los pocos espacios, pese al empeño reporteril, en los medios de comunicación nacionales para las buenas noticias, las de la cocina y la de otros espacios. Bueno, no entiendo nada, ni siquiera que mis argumentos además de emotivos puedan expresar la racionalidad que me abruma. Y agradezco desde mi espíritu periodístico a las redes, a la gente que vibra en ellas de buena ley, su empeño por comunicar cada vez mejor.
Tampoco entiendo a la gente que me invita a festivales y luego, quizá por razones obvias, no los realiza y no me llama para decir que no pudieron ser, cosa de la más elemental educación.
No entiendo que la alcaldía de Arismendi, la mía, pretenda que no existo, ni la gobernación de Sucre después de tantos años de empeño. No entiendo que mi amiga Cosmelina Sucre, y su mano generosa, estén a punto de cerrar sus Manos Benditas. No entiendo que los restaurantes venezolanos en el exterior solo hagan arepas y cachapas. Y me disculpan.
Tampoco entiendo que los estudiantes de cocina prefieran hacer un taller de sushi o lo que sea y no uno para aprender a manejar los pescados de río o se enorgullezcan del pescado salado o del sancocho de guaraguara. O que si o hacen, como me consta, sólo consigan trabajo para hacer un menú entre comillas, internacional. No entiendo por qué Helena Ibarra no tiene más espacios en los medios o que el empeño de Ocarina Castillo no trascienda aún más la UCV. Definitivamente, no entiendo nada.
Agradezco la visita de Juan Carlos Bruzual y su equipo fantástico, su interés por lo que en Paria hay. Agradezco el festival regional de la Fundación Bigott en el mercado de Chacao, los días de mercado de Venezuela Gastronómica y su explorar el país, agradezco a los Pestana en Las Mercedes que aunque les digan la joyería venden con orgullo lo que en Paria y en otros lugares, con esfuerzo se produce, con igual orgullo que Jean Paul Coupal en DOC, que tiene la mejor mesa de quesos y un empeño irreductible por el producto nacional. Es de respetar.
Me alegra la vida llevarle choricitos o morcillas al CEGA, a Don Armando Scanonne que siempre me regaña, a don Luis Troconis, a quien admiro en su ecuanimidad y en su gusto, como muchos de los antes mencionados, por los caracoles, el mapuey, los lairenes... el producto de temporada que hace país.
Me quedo con más ganas de Pochos Garceses, de Lalas Contessis, de Bettys Croquer, de gente que como yo, apuesta a un país generosamente.
Me quedo furiosa de que no seamos más amplios, más inclusivos, más orgullosos de lo que somos, más claros con las cuentas, con los debes y haberes.
Me quedo furiosa de no ser más conceptual, pero así soy yo, banal y profunda, emotiva y conflictiva, orgullosa y humilde, ansiosa, naturalista, clase media con lo peor y lo mejor, agradecida de la vida, indignada, laboriosa, olvidadiza. Admiradora deEdgardo Morales, de Leandro Mora, de todos los cocineros maracuchos, de los andinos, de los guaros, de tantos que no nombro que alimentan mi día a día de contradicciones.

martes, 11 de diciembre de 2012

LA TORTA DE NAVIDAD

Tengo tantos pendientes que voy a comenzar por el sabor último: el de la torta de navidad de Nora Herrera, y sus dulces, en Ciudad Bolívar. Ya sé que dicen que no es elegante hablar de la edad de las mujeres. Para mí que son prejuicios de antes. Nora, estoy segura, se siente orgullosa de la vitalidad de sus 77 años, de la precisión de sabor y aspecto que tienen sus mazapanes de merey, de la delicadeza de sus delicadas, nunca mejor redundancia,  y del punto único de sus mereyes pasados.

Los bocaditos de guayaba parecen el beso de un ángel y no sé que cítricos usa además del limón filipino que la fragancia aún aletea en mi boca.

sábado, 10 de noviembre de 2012

LA VIDA ES UN CHORIZO

La señora Ismenia Pazos hizo chorizos durante más de sesenta años, los mejores de Río Caribe. Hoy se plantó bajo tierra dejándonos para siempre su laborioso sabor y una familia y un pueblo orgullosos de ella. Pernil muy bien escogido, ajo, pimienta negra, guayabita, nuez moscada, sal, en un legado que cuando sus colaboradores superen la tristeza regresará de nuevo, esperamos. Es un compromiso tremendo para todos que su saber persista.
No tengo elementos históricos, es decir una documentación certera, que me permita asegurar que los chorizos riocariberos son un legado corso pero intuyo que pudieran serlo. Ella misma me contó que en Río Caribe también se hicieron salchichas, que los chorizos se aliñaron en algún momento con ron y vino y leyendo los recetarios corsos siento que estos embutidos tienen más su aire que cualquier rastro español.
En una de mis últimas visitas a su casa para hacer un video de la fabricación de los chorizos con Jesús Enrique Méndez, Churrique, conversamos sobre una receta con frijolitos blancos que ella llamó temuere. Con un sofrito criollo y trocitos de costillitas ahumadas.
Quedó la promesa inconclusa de hacer juntas una tortilla de plátanos y chorizos, de volver a hacer los chorizos con ron... celebro haberla conocido y echaré de menos el olor de sus chorizos inundando mi carrito cuando los llevaba a Caracas, el regalo para mis hijos y los clientes.

martes, 30 de octubre de 2012

Y POR AHI VIENE LA MUERTE

Hay cocineros y escuelas dando talleres con recetas para la noche de brujas y otros que los critican. Mi hijo el candy man le preparará calaveritas de azúcar a mis dos nietos en Australia y yo, que nunca he ido a México, haré pan de muerto para comerlo con chocolate así sea yo la muerta.... de calorías y calor.
En Río Caribe, mejor dicho, en toda Paria, se venderán flores y velas como nunca y serán unos cuantos los que vengan al pueblo para, junto a la familia, pasar una noche de vigilia con sus muertos.
Las tumbas quedarán  limpias y alumbradas, la gente se reunirá a echar  los cuentos de todo un año y más y en la puerta del cementerio, incluso en el sector que llaman de los ahorcados,  habrá quienes vendan baratijas, hallacas tempraneras, esnobor y empanadas.
El primer año que viví en Paria, en San Juan de las Galdonas, yo tan citadina, que a los 21 años doné lo que de mí quede al instituto anatómico José Izquiero de la UCV, quedé prendada  con esa cotidianidad de la gente con la muerte. La esposa del señor Valentín asustaba a mi hija Fernanda cuando ella, chiquita aún, la veía atareada cosiendo las mortajas y ahí no mas estaba lista la procesión y Ferni pensaba que no iba a dar tiempo de vestir al muerto.
Me aterró el cuento de Nacha, la que hacía encaramos de coco, de cuántas veces prestó la urna que le había regalado un tío. Ya me imaginaba yo que a última hora sacaba del cajón al muerto y lo tiraban así no mas al hueco y no que los deudos simplemente reponían el ataud prestado con otro nuevo cuando consiguieran la platica.
No puedo recordar cuántos entierros he visto pasar por el frente de mi casa desde que vivo aquí. De niños vestidos de angelito, de viejitos a los que nunca conocí, de malandrines que llevan un séquito de otros malandrines doblemente armados, una botella de licor y un pistolón, con los músicos por delante o un equipazo atrás.Un oficio para los músicos, una obligación para el cura, una calle cerrada por los bancos del novenario, una venta mas de café y ron para el bodeguero, un anuncio más para la emisora de radio, todo esto también es la muerte.
Una de las principales actividades de mi amiga Luisa, además de cocinar, es ir a novenarios y velorios para ayudar con su murmullo de rezos a que el muerto descanse en paz. Su vocación solo se la llevará la muerte.
En México preparan urnitas y esqueletos de chocolate, agua de jamaica y de tamarindo, tamalitos de picadillo y auyama en dulce de papelón.
En el estado de Utha (EEUU) sirven unas papas llamadas Papa de Funeral, gratinadas con queso y acompañadas con jamón, ensalada y gelatina. Es lo que llaman un plato para reconfortar el alma.
Seudat havraes la palabra judía para la comida de consuelo, que incluye huevos duros, panes y galletas. Los guisos son comunes a muchas culturas.
Cuando murió mi suegra, mi esposo y nuestros hijos, y algunos otros de los nietos, nos fuimos a una tasquita en Chacao a comer como le gustaba a la Ñeña, todos juntos, abundante, sin falso recato. Fue la mejor manera de recordarla.
Creo que cualquier día de estos, en vez de testamento escribiré el menú póstumo que me gustaría que comieran quienes contribuyan a la vaca para alquilar la ambulancia que seguramente habrá que pagar para que me lleven a la Central. Se puede confiar en la muerte pues siempre vendrá pero no en los presupuestos públicos.

lunes, 1 de octubre de 2012

LA REVOLUCION SENTIMENTAL

Suele sucederme que cuando voy revuelta por la vida, cuando lloro sin razón aparente, cuando ni siquiera un campari o un negroni me apaciguan, cuando duermo como una pereza y ando guindada de cualquier cosa como ella, llega de pronto EL libro que me debo leer. A veces son libros que compro en un impulso, otras libros que viven en mi casa desde hace rato y que por alguna sinrazón no logro entrarles. Pero cuando llegan, llegan oportunos.
Hace poco menos de un mes estuvo en casa un querido amigo periodista, Rafael Noboa, y traía consigo la emoción de este libro escrito por una colega que, como él, fue jefa de la oficina de la Agencia France Presse en Caracas, mi último empleo antes de mudarme a Oriente.
A Beatriz Lecumberri la conocí poco; un par de veces estuvo en cenas donde cociné, una vez la ví en una rueda de prensa de los corresponsales extranjeros con el presidente, la supe amiga de algunas amigas mías y poco más.
La Revolución Sentimental es un viaje periodístico por la Venezuela de Chávez, define la portada. Y me tomo la libertad de copiar parte del prólogo que escribe la periodista Cristina Marcano.
"Este peculiar diario de viaje combina tersamente diversos registros periodísticos. La entrevista de tono confesional como un ícono de heroicidad, traición, purga y venganza, que vive olvidado en una celda militar. La plática llana y sincera de una comprometida dirigente comunal chavista que refleja la cotidianidad de un barrio popular. El análisis crítico de un exguerrillero que se jugó el pellejo en los sesento y que no ve hoy ni la R de la revolución.
La propia experiencia de Lecumberri, su relato personal, sirve para dar cuenta de la dinámica siempre perversa entre el poder y la prensa, ese juego de intimidación-seducción con el que fue sorprendida a su llegada por un gobernante carismático que no logra disimular su incomodidad ante los periodistas insumisos..."
Beatriz, vasca de nacimiento, la mirada algo dura, reconoce que sólo cuando hizo las maletas para irse pudo entender lo que le atraía de Caracas, la gracia, el desparpajo, la generosidad latentes en su gente, y en su libro lamenta no haberle dedicado más tiempo a recorrer otros lugares de Venezuela. No es la primera vez que me dibujan un país que yo no había percibido tal cual, y agradezco profundamente esa mirada con distancia.
Aún no termino la primera parte, Patria. Me quedan tres más, Socialismo, Muerte, Venceremos, y estoy impaciente por llegar a cada una de ellas. Por reconocerme y diferenciarme.
Leyendo este libro redescubro la fuerte impronta que dejó en mi vida mi primaria en el Colegio San Pedro, dirigido por misioneras de cristo jesús que trabajaban en lugares remotos y vestían de uniforme para dar clases y de civil para salir. Recuerdo que una vez Rosa María Orofino me señaló mi profundo sentido religioso de la vida, yo que no practico religión alguna y creo respetar a todos los dioses.
El periodismo es para mí una extensión de esa vida de niña que siempre oyó hablar de fé, esperanza y caridad. Y de trabajo.
Siento todo esto en cada palabra que escribe la periodista Lecumberri.

jueves, 6 de septiembre de 2012

FURIA ELECTRICA







Los camarones al curry lucen una yuquita doblada, reflexiva y la parrillita riocaribera un chipcito que parece querer volar. Así es mi vida aquí.
El cielo de anoche no podía tener mas estrellas y Río Caribe se pobló de una nueva especie nocturna que ronronea como un gatotigre y no es animal, es planta pero no vegetal.
De mi trabajo temporal a mi casa, unas tres cuadras, conté media docena de ellas, dos rojas, una verde, una amarilla, una desteñida y una que sólo escuché.
Me dije, quiero una, pero el olor que despedían me hizo desistir. Gasoil, gasoil, gasoil.
Catorce horas sin electricidad, el sofá incómodo, los mosquitos canturreando y las perras desesperadas no sé por qué me despiertan somnolienta aún, los huesos desajustados y la nevera encendida otra vez aunque la leche se puso rancia y la lechocita también.
Cuando se va la energía eléctrica poco funciona y no logro imaginar mi vida en ningún siglo anterior a su existencia. Eléctrica e indignada me siento hoy. Ninguna explicación será válida tras meses de fallas reincidientes. Hoy cocinaré con leña para encontrarme con mi fuego interno y ver cómo resuelvo mis contradicciones y qué cosa nueva puedo hacer por mi país.
Las fotos las tomó Jean Lioré, estudiante del Hotel Escuela de Mérida.

lunes, 3 de septiembre de 2012

LLEGO SEPTIEMBRE, DESPUES DEL SILENCIO

En poco más de un mes son las nuevas elecciones presidenciales en Venezuela. El tema nos inunda, como nos anegó la lluvia en los últimos meses, que aunque han sido de silencio en este blog no lo fueron en actividades.
En julio cocinamos en el Instituto Laurus en Valencia, Cosmelina Sucre y yo representamos a Paria en el encuentro de cocinas regionales que organizó la Fundación Bigott en el Mercado de Chacao y luego nos quedamos en casa a disfrutar de las visitas familiares y de nuestro plan vacacional de este año: un viaje inolvidable y repetible a Los Testigos, un conjunto de ocho islotes que queda unas dos horas al norte de Río Caribe. La reseña de Arianna Arteaga Quintero, nuestra hija por adopción del corazón, y sus fotos, dan cuenta de la felicidad suprema que compartimos en este viaje y aquí dejo los dos enlaces.

http://www.lapequecomeflor.com/2012/08/gozadera-caribe-en-los-testigos.

htmlhttp://www.flickr.com/photos/elojito/sets/72157631278329570/.

En agosto tuvimos la visita de Juan Carlos Bruzual y los fantásticos, que en este caso fueron  María Teresa Alvarado en el video, María Fernanda Di Giaccobe, cocinera y chocolatera, Jaime Llanos, productor, Pablo Kirsh en la fotografía, otro fotógrafo de Margarita cuyo nombre no recuerdo, perdón, y el hijo menor de panadero, Juan Andrés.
Vinieron tras la historia de las galetas o domplinas de Paria y en ese afán nos recorrimos la península, de Río Caribe a Guiria, con una parada memorable en Irapa para visitar a las hermanas Ayas. Alicia Ayas fue parte fundamental de la fundación del Centro de Estudios Gastronómicos (Cega), dedicado a la formación de cocineros de alto nivel con énfasis en la cocina venezolana.
Ahora busco la foto y mientras les dejo aquí a parte del equipo.


Juan Carlos está escribiendo un libro con historias de familia amasadas a punta de harina, cariño y trabajo por toda Venezuela. Vi el video que hicieron en Los Nevados y quedé absolutamente enamorada. Es un privilegio conocer a estos cocineros que además de su lunes a lunes quieren dejar constancia de la constancia de tantas personas que hacemos país con nuestro trabajo. Chapeau para ellos.
De Maracaibo, Valencia y Caracas vinieron tres de mis tías. Ellas, al igual que mi mami, parecen eternas en su voluntad de querer.



Aquí estamos con el esposo de mi tía Brenda, Luis, quien tuvo la gentileza de instalarnos un braker nuevo, con mi hija Fernanda y mi hermana Mirabel.
Así que cerré agosto silenciosa pero felíz de haber tenido en casa a las tías, a mis hijos Fernanda y Andrés, a la adoptada Arianna y a Valentinita, a Merry, a un gentío más y ahora esperamos a Rafael, un amigo periodista de Uruguay.
Desde hace una semana hago como trabajo voluntario una asesoría al hotel de Venetur en Río Caribe. Estoy trabajando con un estudiante franco-venezolano del Hotel Escuela de Mérida y muy felíz de pensar que en corto tiempo tendremos platos parianos en el menú.
El mes en casa me ha servido para re-recorrer nuestros mercados, para redarme cuenta del pesísimo servicio de Corpoelect, con tres y mas cortes diarios, equipos inservibles y nadie que responda ante tantas fallas. Estoy segura que se han hecho inversiones pero son minúsculas ante las necesarias. No se debe vivir así. No nos podemos acostumbrar a que todo funcione a medio cacho.

martes, 26 de junio de 2012

TIEMPO DE SONRISAS

Ya venía yo sonreída de la Semana del Cacao Venezolano. Sonreida porque el concurso de oficiantes lo ganó Victor Millán, joven talentoso profesor del Instituto Gastronómico Cuisinart de Puerto Ordaz. Sonreida por haber estado en el taller de chocolate y bombones que dictaron Mónica Meschini y Luciano Pipolo. Sonreida por los aciertos y la dedicación de la gente de KKo Real, por haber regresado a la Amapola de Irina Pedroso, de Esperanza, Gustavo, Joaquín, Alejandro; por mi paso por Vinósfera con María Fernanda Di Giaccobe y su equipo, por cocinar en la Quinta Delta de Lala Contessi con Pocho Garcés, Sineth y Ana. Cada vez hay mas cocineros que admiro, mas gente de compromiso.
Así llegue en una tarde de sábado a Boca de Uchire y de ahí salí de compras un domingo sin gandolas.
9 a.m. Primera sonrisa, Javier Alvarez, ex surfista, vende empanadas en la carretera entre Boca de Uchire y El Hatillo. Hace tortas, golfeados, alquila casas con piscina, pero básicamente le hace a uno el día con su trato cordial. A mi me tocó empanadita de camarón. Rica aunque me quedo con las orientales, que tienen ese toque dulzón y la masa delgadita y crujiente.
En los Pilones de la Costa compré queso. El cafecito es gratis y las cachapas tiernas.





Segundas y luego la última sonrisa que fotografié. La segunda foto es de Edgar Salazar y Xavier Rojas, vendedores de camacutos, ahorita en estelar temporada. Venden el kilo a 120 Bs., en la entrada de Clarines, y la verdad es que vale la pena comprar los medianitos pues los grandes son pura testa, a menos que Ud. sea como yo y ame esas cabecitas jugosas y llenas de sabor y las chupe, las triture, las goce. Al final de esta entrega copio varias pags. web con excelente info sobre este bichito de río. En Caracas lo he visto en la cocina de Amapola y en el DOC de Jean Paul Coupal.
La tercera foto que me tocaba tomar, en los Altos de Sucre, no la tomé. Puro desorden mío, el maletero, los libros, tres semanas de vida desparramada en los asientos. Pero debía estar aquì Marìa Esther con  sus jabones Meg, de piel de cacao, de sábila, hierbas, olorosos, seductores. Dan ganas de comerselos. Me traje doce y me regaló manteca de cacao aromatizada con esencia de tea-tree, caléndula y lavanda.
En Santa Fé compré agua de coco, pomalacas, castañas y jobitos. Casi que salgo huyendo pues el Guardia Nacional se empeñaba en que le diera la cola a dos compañeros y yo quería seguir cantando a grito pelao y sin testigos toda la música que descubrí en el pendrive de mi hija Fernanda. Me sedujo la poesía brutal de Cancerbero, la agonía de Los Aldeanos, la furia de la Puello.
En San Antonio del Golfo me rendí ante unas huevas de cabaña y con Jofre Jimenez Licet, el de la franela azul y los caracoles en la mano, terminé una tarde de compras entre Espín y la Peña que llenó mi cavita de  pepitonas rojas y blancas, quiguas, chiriguas, arrechones, rompecolchón, vieiras, vaquitas y hasta un cachimbo. Por cien bolívares me ganaría el amor eterno de Juan Sará con unas huevas de lisa tiernas y saladas como las lágrimas. Me conseguí a Marilú de Irapa y le puse trabajo para los amigos panaderos. Me detuve en Carúpano a ver si al Eurocaribe había llegado ya mi nuevo vicio, el Canoabo de Chocolates San José.  Tardé añales en llegar a casa y valió la pena.
Copio los blogs con info de camacutos. Este primero es de Antonio Gámez, a quien pueden encontrar en los cafés Artesano de Plaza Bolívar y La Candelaria en Caracas. Los ponquecitos con chocolate que hace son deliciosos.

miércoles, agosto 02, 2006


Nuestras Cígalas venezolanas: El Camacuto


Mièrcoles, 02 de Agosto de 2006

Sí, estamos en plena temporada de Camacutos un crustáceo poco conocido en Venezuela, en la carretera a Oriente cerca del río Unare, por los lados de Clarines y Boca de Uchire lo venden a la manera de las panelitas de San Joaquín, con un balanceo juguetón, mostrando las bolsitas que contienen los camucutos sancochados a los carros que pasan. El nombre científico del “camacuto” es Atya Scabra, conocido también como acamaya, camarón de río o langostino de río.
En las islas del caribe es llamado también “Bochuro”, y en Tailandia es considerado una comida típica. La temporada para pescar camacutos comienza en junio y se extiende hasta septiembre, ya que durante el clima invernal es que estos animales salen de sus guaridas del fondo del río.
Es importante al cocinarlo tener en cuenta que no debe pasarse de cocción, su carne es dulce, suave, perfumada y blanquísima. Sí tiene la oportunidad deténgase y pruebe esta delicia.
 Para pescar camacutos jóvenes se utilizan como carnada trozos pequeños de coco y yuca. Cuando ya son adultos se covierten en carnívoros, por lo que se deben utilizar huesos de res para atraerlos.
Las tenazas de los camarones machos de esta especie son mucho más grandes y largas que la de las hembras.

Este otro lo tomé de la pag. de Thamara Pereira

Camacutos. Atya margaritacea

Nombre común: “Gambita filtradora”, “Langostino africano”; en inglés “Filter Shrimp”, “Vampire Shrimp”, camarón de río, langostino de río, en Venezuela se le conoce como: camacuto.
Se consigue en la carretera a Oriente en el pueblo de Clarines. Lo venden a la orilla de la carretera o congelado en la casa de un pescador en el propio pueblo (solo se puede llegar preguntando). 
Buscando información conseguí esto:
Familia:
Clasificación: • Orden: Decapoda.
• Familia: Atyidae.
Biotopo: ríos y lagunas, incluyendo zonas estuarinas, de allí que se encuenta en la laguna de Unare.
Distribución: África Occidental (especialmente Camerún y Gabón) y costa Atlántica de América del Sur. 
Nota: Todas las clases de Atya se ofrecen en el mercado sin diferenciar bajo el nombre de Atya gabonensis, pero bajo esta denominación pueden aparecer ejemplares de otras especies del género, como Atya africana (sólo se da en el oeste de Africa) o Atya scabra (presente en Africa occidental, nordeste de Sudamérica, y la costa Atlántica de Centroamérica). Sin embargo, existe una especie muy similar pero cuya distribución se da únicamente en aguas costeras de Venezuela, Atya margaritacea.
Atya margaritacea, o camacuto como se le conoce de forma común, está en veda durante el verano. Eso lo explican las temperaturas que toleran: entre 20ºC y 28ºC
Las hembras huevadas tienen prohibición de captura, al igual que los animales que no superen los 70 gramos de peso, los que deben ser devueltos al agua. 
El animal es abundante en el lecho del Río Unare en Clarines, según comentó Arturo Armas hace algunos años en una entrevista en la revista Todo en Domingo: "El camacuto,  requiere de aguas turbias y de mucha corriente que le garantice la cantidad de oxígeno que necesita para su desarrollo. Cuando el río está a media caja -a mitad de cauce- los animales se mantienen en el fondo del lecho, para protegerse de sus depredadores naturales, entre ellos los bagres y otros peces de río, e incluso, los caballitos del diablo, que capturan en la superficie del agua a las minúsculas larvas del crustáceo". Con la llegada de las lluvias aumenta la turbulencia del agua y comienza la temporada. Los pescadores reconocen sus nasas no sólo por donde las ubican, sino por el tipo de nudo que las ata a los árboles. Y como en todas partes, siempre hay quienes aprovechan el trabajo de otros y roban los animales.
La Guardia Nacional controla la pesca de camacutos.
Quienes se dedican a la actividad deben tener permiso de la dirección de Fauna del Ministerio del Ambiente, que sólo permite colocar hasta 150 nasas por pescador.
Una nota curiosa es que el cebo más utilizado es la yuca, pero cuando se encarece el precio del tubérculo se sustituye por un trozo de pata de res. El coco, muy utilizado por pescadores de los ríos de Aragua y de otras regiones del país, no se usa en el río Unare, "porque da un sabor rancio a la carne", aseguran Rafael García y Gabriel Lares, pescadores que venden sus camacutos.
A finales de diciembre estuve por Rio Chico con un amigo y decidimos acercarnos a Clarines a comprar camacutos para prepararlos el 31 de diciembre. Solo conseguimos un kilo. Esta es la imágen de un fondo que sirvió de base para una extraordinaria fideua que él preparó. EL resto lo consumimos con alioli, excelente! 
Información adicional:
Forma:
Cilíndrica, siendo la cola más ancha que el cuerpo. Presenta 3 pares de patas sin pinzas (terminadas en forma de una puntiaguda) y 1 par de pinzas modificadas en forma de abanicos pilosos para capturar las partículas de las que se alimenta.
Coloración:Suele presentar una llamativa coloración azulada con matices rojizos. Hay ejemplares de distinta coloración, que varía del marrón al gris claro, casi blanco, pasando por el azul. 
Tamaño:
Pueden llegar a medir hasta cerca de 15 cm.
Diferencias sexuales:Los machos son más grandes que las hembras. Las hembras miden entorno a 10 cm y los machos entorno a 12. El primer par de patas sin abanicos es más ancho en los machos. Las hembras tienen más ancho el exoesqueleto en la zona del vientre para acoger los huevos.

Alimentación:
Son omnívoras. Se alimentan de partículas que flotan en el agua, cazan las partículas de comida con sus pinzas modificadas para este fin.

lunes, 28 de mayo de 2012

GUAYANA GASTRONOMICA, EL EVENTO


Así estuvimos todos en Guayana Gastronómica 2012

No pudo haber mejor regreso de dos meses y medio de viaje sin leer la prensa, sin enterarme mayor cosa del país. Los viajes, mis viajes, suelen devolverme en estado de gracia, reconciliada, y un poco asustada también, es cierto. Regresar a las rutinas me pone el alma en vilo durante unos días, más allá del decalage, del jet lag o como lo queramos llamar. No es pelusa, 44.000 kms ida y vuelta. Sobrevolé el Mar Caribe, el Atlántico, España, Francia, Holanda... pasé por Rusia, por el Mar Caspio, por olores de guerra, lleguè a los cielos de la India, su océano, Pakistán, Malasia, me paré en Indonesia y crucé hasta Bali y de ahi a Perth, Australia. Bajé con mis hijo Rodrigo y Gabriela,  los nietos Ariannita y Diego recién nacido y la perra Luna, hasta Augusta, al sur de Perth, al encuentro del Indico con las oleadas heladas del Antártico, mas todos los intermedios que aún no descubro. Me devolví triste y felíz, cociné eufórica en Yakarta, conocí a Elena Csiky, impecable encargada de negocios de la embajada de Venezuela en esa ciudad, que se abocó al festival como si fuera propio, es que lo era, pues es y deben ser siempre, un proyecto de país así éste lo financiara el Hotel Le Meridien y me ayudaran con los productos Destilería Carúpano, Chocolates San José y Casabe Yekuana, Adrián Yanez del Cega. Visité a los amigos en Malasia y al regreso pasé fugaz por Caracas y Río Caribe hasta llegar por obra de Serenella Rosas a Ciudad Bolívar a sentarme en la mesa de Karla Herrera Wulf, con su marido Patrick, su mamá y Juan Sará.
Un almuerzo inolvidable de consomé de piraña y guaraguara, ceviche de pavón, y un bagre llamado cuajaro. El postre, los postres, me los llevé. Mereyes golosos, dulce de limón filipino y de toronja, delicada de guayaba y un sabor para siempre, el de la generosidad de Nora Wulff, la señora que yo quiero ser a los 76.
Casi de noche, llegamos un jueves a Puerto Ordaz, justo para revisar los ingredientes en el Instituto Gastronómico Cuisinart. Al día siguiente tendríamos la Cena de los Corsos, un punto de encuentro de vida y de influencias maravillosas en la historia cultural y económica de Sucre y Guayana. Nos perdimos la comida de John Guerrero.
Pasamos en total cuatro días en Puerto Ordaz. Escuchamos a Guerrero, a Nelson Méndez, Egidio Rodríguez, Chucho Rojas, Yelitza Acosta, Johnny Peters, María Fernanda Di Giaccobe, Helena Ibarra y Sumito Estévez. No vi la presentación de Juan Carlos Bruzual y de Omar Pereney, ni la de Nestor Acuña, ni a Victor Moreno padre e hijo, tampoco a Anabella Barrios, por estar trabajando. Pero si bien no pude entrar a sus presentaciones, sé que hubo un lenguaje común. Mirar alrededor, la posibilidad de trabajar juntos y por cuenta propia productos que han de tener denominaciòn de orígen, de recopilar técnicas, de felicitarnos y auparnos en estos caminos diversos que tenemos tantos cocineros, que confluyen en un concepto: el de la cocina venezolana y su multiculturalidad. En la necesidad de que las escuelas, y sus alumnos, se enorgullezcan de nuestra cocina y ésta no solo se cocine, sino que se escriba, se investigue, se registre, se divulgue, que se trabaje con recursos, con sistematización, con amor, con las manos, las uñas, la inteligencia y el corazón- Con las recetas de familia, con técnica, con futuro.
Me anima que empecemos a recorrer y reconocer nuestros mercados, a los productores, pescadores, agricultores, a las empresas, a la gente que con empeño, especialmente en la provincia, hace con dedicación y honestidad lo que luego llega a nuestra mesa.
Por primera vez en mi pequeña vida de cocinera, me sentí inmensamente felíz de estar en un encuentro como el de Guayana Gastronómica, tan cuidadosamente organizado, tan impecablemente gerenciado, tan respetuoso, tan detallista. Fue un trabajo de equipo y de familia, liderado por Gessler Delgado y Alfredo Campos.  No hubo divos sino trabajo, discusión, emoción, retos, planificación, entrega. Estudiantes y profesores de cocina, cocineros y sommeliers. Empresas grandes y pequeñas. Y el hotel Eurbuilding, que fue anfitrión junto con su equipo de cocina, que no dejó de trabajar y apoyar a todos. Peco a conciencia y recuerdo a Lowry Góez y su hermano, al pastelero Victor Millán, a Renato Díaz, a Thor, a y a y a. Podría llenar la página de nombres, de la alegría de reencontrar amigos, de sabores y solo dejo algunos que probé en las cenas y almuerzos temáticos, escogidos por mi marido, digo, los sabores que rememoramos juntos: el calalú de Johnny Peters, las arañitas monas de Nelson Méndez, el helado de sarrapia y las costillas de morocoto de Nestor Acuña, nuestro sorbete de jugo de merey fresco y la crema de castañas que acompañó al figatellu que hicimos con la ricota de Keremelitos y el queso cremoso de cabra de Ananke. El cierre con Ron Carúpano y Chocolates San José. Y el público, tan receptivo, tan interesado, tan felíz.


sábado, 28 de abril de 2012

ABRIL EN YAKARTA

En un abril vine hace unos años por primera vez al sureste asiático por invitación de Manuel Guzmán, embajador de Venezuela en Malasia y Tailandia, y además amigo del alma gracias a nuestro siempre querido Pedro Chacín. En un abril nací y, parafraseando a Kira Kariakín, otra amiga con la que me une el amor por la palabra y su gusto por Yakarta, en abriles distintos me pasaron muchas cosas. Me casé por primera y por segunda vez, me embaracé de Rodrigo, mi hijo mayor favorito, decidí divorciarme de un marido, en un abril comencé a vivir para siempre con Juan Sará. Y en un abril le tocaba nacer a mi primera nieta, Arianna Margarita, o Arianna Candelita, como yo le digo, pero por eso mismo de candela ella decidió adelantarse y nació en marzo y no el día de mi cumpleaños. Este último abril celebré llegar en Australia a los 56 casi que lúcida y sana, con Rodrigo, Gusa y Ari, y mi segundo nieto, Diego Andrés, que tampoco nació en abril sino en marzo pero felíz igual. En abril me despedí de ellos que viven tan lejos y no sé cuándo los volveré a ver. En abril  Gusa, recibió su PHD y lo celebré por anticipado cada día del mes cocinándoles y queriéndoles. Siempre abril...siempre esperando como la canción de Silvio Rodríguez. No es que los otros meses no tenga cosas que celebrar... o lamentar, pero abril, es definitivamente un mes especial. Si tuviera la memoria de mi marido, seguramente descubriría cantidad de otros abriles que han sido maravillosos para mí. Una pausa. Hay que bajar a la cocina y revisar el menú de este mi último sábado de abril en Yakarta. Regresé, todo perfecto. Y sigo en abril con nostalgia de mis otros dos hijos favoritos, Andrés y Fernanda, que aunque nacieron en octubre y febrero, han estado conmigo muchos abriles. Mañana, último domingo deeste  abril, también será el fin de este festival de cocina venezolana en Yakarta. No podrían creer cuántos platos comunes tenemos, aunque cambie un poco la sazón... los platanitos dulces, las paledonias, la sopa de rabo, las patas de grillo, el tarkarí, la pasión por las fritangas es tal que los indonesios parecen maracuchos. Pero la estrella ha sido mi salsa de chocolate y catara, con las hormiguitas limón que me regaló Nelson Méndez. Le pongo también un poco de demiglass y salsa hoisin y la gente delira... no se si por el chocolate, por las hormigas, o por los cuentos que les echo, pero para mí...felicidad total. Tanta como que casi todos los cocineros hayan aprendido a hacer arepas y cachapas...el pastel de chucho les encanta y los casabitos se parece a unas tostaditas fritas de fécula de yuca que aquí se llaman krupuks. Hay indonesios que parecen pemones o guajiros o los pemones y guajiros se parecen a los indonesios, que seguramente es lo más probable. La cocina nos permite descubrir todos estos encuentros. Los venezolanos han delirado consiguiendo los sabores de sus casas y hay que decir que aquí hay bastantes...unos ingenieros, otros trabajando en finanzas, unos fotógrafos fantásticos y hasta un espía venezolano conocí...lo juro. Aunque son musulmanes no hay quien no haya caído bajo el influjo del ron de Carúpano... creo que casi convenzo al chef ejecutivo, un suizo fuera de lo común con un humor que parece venezolano, que los chocolates, de Haciendo San José son mejores que los belgas y los suizos. En fin...sigue siendo abril.


jueves, 19 de abril de 2012

DILEMAS


María Carolina y Nacho, padres de Andrea, una venezolana amiga de mis hijos en Perth, contaban en una parrillita que compartimos el domingo, cómo su único nieto descubrió el significado de la palabra dilema. Mis 56 años que cumplo hoy no son un dilema, pero salir de Australia mañana sin saber cuándo volveré a ver a la familia me pone en el dilema de querer estar aquí y allá. Porque estos viajes esporádicos, estos encuentros que proponen por partes iguales mi empeño y mi suerte, no tienen la consistencia que quisiera en mi hacer de abuela de Arianna Candelita y Diego Andrés.
No es un dilema para nada poner en el mismo plato de postre un tiramisú con cafecito venezolano que hicimos ayer, y un majarete cocinado con harina de maíz surafricana, y saborearlo con un sauvignon blanc neozelandés.
Le echo coco a la cosa y me doy cuenta que mis dilemas no suelen ser morales, ni políticos, y que culinariamente se me plantean mas dudas que dilemas... pero en el tema de los afectos zuasss... caigo en los dilemas, sobre todo con mis hijos queridísimos.
Ya quiero que el día termine, montarme en el avión e irme de una vez por todas a mi cocina en Yakarta. Y quiero también regresar el tiempo y que sea 6 de marzo y estar aún el avión que me trajo de Bali a Perth. Me quedaron mil cosas por hacer. Recojo las facturas para la rendición de cuentas a Cadivi y me da risa ver cómo hicimos un viaje culinario por el mundo con los productos que compramos y  que luego cocinamos. Saboreo de nuevo cada copa de vino, las uvas, las castañas, los kiwis y la variedad de peras y manzanas. Me huele todo a niños y a cordero, a eucalipto y a río.
Pienso en que ahora que me voy es cuando estoy logrando que Diego se duerma conmigo. Recuerdo las arepas de esta mañana, hechas con una harina de maíz de EE.UU. muy muy suave ella y con la que a Gabriela le quedaron estupendas unas tortillas. A Arianna las arepas le gustan crudas.
Evoco las pizzas que Ro trajo a casa cada sábado al terminar su semana de trabajo, las huellas del horno de leña en sus brazos. Siento el calor de Ari en mi cama, a la que se ha trepado en los últimos días para despertarme y repetirme la primera palabra que le enseñè...àrbol.
Dejaré de ver la Cruz del Sur por las noches y de oir los cuervos y los ravens todo el día, con su lloriqueo de niños malcriados. No mas excursiones a la tienda de Kakulas sisters a oler todas las especias del mundo y casi morir de gusto ante el dilema del día...cuáles quesos compraremos hoy. Me diò la bienvenida el río, me despidió el río.

domingo, 8 de abril de 2012

VINOS Y FAMILIA

No sé casi nada sobre los vinos australianos, aparte de que usan sulfitos como conservantes, y que las etiquetas dejan claro que puede haber trazas de huevo o de lácteos, que creo que usan para decantarlos. Parece que eso sucede en muchas partes pero no en todas lo dejan claro.
Mañana salimos de campamento con el nieto Diego Andrés, que acaba de cumplir un mes, y con Arianna de dos. Ya los peroles están en la maleta del carro y conseguimos un campamento que es dog friendly, como dicen por aquí, así que Luna, la perra, va conosotros también. Buscando dónde llegar veo que otros campamentos dicen gay friendly, cero rollos pues con los homosexuales, pero esto de que lo dejen explícito, como es también con el caso de los perros, me deja un cierto vacío en el alma. Tolerancia etiquetada, pero tolerancia después de todo.
Hoy pasé parte de la tarde con Anna, una señora que nació en Hungría pero ahora su pueblo es de Austria o al revés, salí con ella a Fremantle, una pequeña ciudad o suburbio pegado a Perth lleno de cafés, tienditas y donde se erigió la primera prisión local, una especie de pequeña fortaleza redonda donde confinaban a los criminales, fuera por matar cerdos, ser lunáticos, ladrones o asesinos. La comunidad impidió su demolición total y hoy es una atracción turística.
Tuve mi primera tarde de pub y no me dejaron salir con mi cerveza ale a la calle. Sé que los australianos beben mucho pero si uno va por la calle de día parece que no lo hicieran. La mayoría de la gente cumple las normas... y aunque el resto se emborrache, el conductor designado apenas se toma una cervecita por hora, o un vino con la comida, para que en caso de que te paren no le caiga la ley encima, con penas que van desde una multa hasta la suspensión de la licencia o o la cárcel. Hay cientos de parques, y en todos te definen si puedes ir con el perro o no, si lo puedes llevar con correa o suelto, igual con las playas y yo, tan latinoamericana, me sorprendo con las reglas, trato de cumplirlas y al final no me pesan pues veo una comunidad que de alguna manera funciona. No todo es perfecto, cada tanto alguien suelta un fuck off, pero hay cierto respeto que permite la convivencia de muchas culturas. Aquí llegaron los holandeses, portugueses, ingleses, ahora cientos de asiáticos y creo que es una de las comunidades australianas con muchos venezolanos. ya conocí a algunos.
Extraño mi casa y mi desorden y al mismo tiempo quisiera este orden, estas reglas, tanta gente en la calle pendiente de sus niños, tanto columpio, tantas bicicletas, las puertas sin llave, aunque no sea una sociedad perfecta...cuál lo es?
El mejor plato australiano, que en realidad es italiano, o griego, o tailandés, o turco, o inglés, no tiene la multiplicidad o la delicadeza de sabores que reconozco como míos. Pero me encanta el orgullo de los agricultores, del pescadero que se esfuerza por entender que a mí sí me gusta el pescado entero, con cabeza y que quiero que lo abra por el lomo para hacerlo cachicamiao.
No es que me parezca mejor Australia, no es que quiera vivir aquí para siempre, es solo que quisiera lo mejor de todas partes para el lugar que habito, Río Caribe. Es que quisiera que mis hijos pudieran sentir que hasta en ese pequeño pueblo tienen oportunidades reales de crecer y ser sin miedos. Quizá si viviera en Perth como mi hijo Rodrig,o tendría su nostalgia por caerse a palos y cuentos con sus panas y reir en español. No tengo otra nostalgia que la de ver que se me acaban los días y regresaré a ser abuela skype, que no podré compartir el desayuno con Gusa, Diego, Ro y Aríanna, que el pasaje hasta acá es demasiado caro para mís ganas de verlos a cada rato.
Entonces pienso que mañana nos iremos de campamento a Margaret River, que probaremos los vinos de la región, que probaremos sus quesos, que nos bañaremos en el mar helado del océano Indico, que me comeré un típico pastel local con salsa y ketchup y quizá hasta me atreva a desayunar una tostada con espaguetis de lata encima como tanto les gusta a los aussie, y seré una viajera nostágica de estar lejos de mi casa, y nostálgica también de no estar aquí mas tiempo. Que mes y medio es mas de lo que nunca tuve y menos de lo que quiero, que no entiendo el desprecio por los aborígenes locales pero tampoco su comportamiento. Que cada país y es lo  que es y quiero tener de todos lo mejor, como me pasa con la comida. Soy una glotona de afectos, de platos, de familia, de normas, de desorden, de costumbres, de arbitrariedades, de confusiones y claridades. Soy solo una mamá, una abuela, una cocinera, una lectora ansiosa de más mundo.

viernes, 16 de marzo de 2012

COREA EN PERTH

Desde hace diez días estoy en Perth. Llegué a esta ciudad el mismísimo día que llegó al mundo mi nuevo nieto, Diego Andrés.
No he salido mucho de casa pues estoy aplicadísima tratando de aprender a ser abuela de Diego y de Arianna, mi nieta de dos años con la que estoy compartiendo apenas por tercera vez. A
sí que, al igual que en mis viajes anteriores a la tierra de canguros y koalas y de cuanto bicho ponzoñoso o mala conducta el mundo creó, estoy dedicada a la familia.

Ayer fue el cumpleaños de Gabriela, Gusa, como le decimos todos a la hermosa madre de los pequeños. Compartimos el almuerzo de familia con  Suny, una amiga de Gusa, quien llegó a casa con una enorme olla de sopa de algas, regalos y sus hijos, un niño de casi cuatro años, Hanho, suena jan jo, y una hermosa beba de 8 meses que se llama Abigail.
Suny contó muerta de la risa que desde hace diecisiete años habla inglés y aún pasa trabajo pero lo que uno nota e3nseguida es que no tiene ningún problema para comunicarse con el mundo. Es cálida, directa, parlanchina y muy extrovertida. Su marido australiano, Andrew, es mas bien callado. Se conocieron en Londres, a donde Suny llegó directo de Corea. Cuenta que estudió y ejerció la enfermería, que ahora se dedica a tiempo completo a la casa y a los niños y que le gustaría hacer en el futuro algo más creativo como montar una cantina, que entiendo es para ella algo así como un pequeño comedero donde se sirva un menú pequeño que incluya sashimis al estilo coreanoo y algunos platos de su país.
Cuento todo esto de Suny porque me impresionaron tres cosas que me dijo. La primera es que las veces que ha regresado a Corea se ha dado cuenta que la gente, su gente, come cada vez más dulce. Que el paladar ha cambiado no solo en los restaruantes tipo franquicia o para turistas, sino para el coreano habitual que solía masticar calamares salados como si fueran golosinas.
Luego me definió la cocina de su país en el espectro que marcan cinco sabores: salsa de soya, pasta de frijoles de soya, la combinación de ambas, salsa de pescado y  chile en polvo. Todo, decía, vegetales o animal, arroz o tallarines, tiene estos sabores o sus combinaciones y añadió que así como la gente de la India huele a especias, a ellas los occidentales le huelen a queso, a mantequilla, a lácteos y no creo que eso fuera  un piropo, mientras que las casas coreanas, no dijo la gente, huelen a ajo y a kimchi, ese repollo fermentado y aliñado que no puede faltar en la mesa.
Mientras comíamos un ceviche que le encantó pues ama el pescado crudo le  explicó a mi hijo Rodrigo, el cocinero de la casa, que Gusa tenía que tomarse un plato de la sopa de algas que había traído, en el desayuno, el almuerzo y la cena, durante treinta días. Es una tradición que repone minerales, iodo... la versión coreana de la sopa de gallina que años ha se le recomendaba a las mujeres en cuarentena.
Lo tercero que comentó es que le parecía que al fin y al cabo todos comíamos mas o menos lo mismo y que la diferencia residía básicamente en los aliños propios de cada cultura. Se que las generalizaciones son algo peligrosas pero comparto totalmente la impresión de Suny. No necesito buscar las diferencias para darme cuenta que vaya donde vaya siempre hay un algo que nos hace parecidos, un espíritu que nos enlaza, sobre todo en la cocina. Eso me encanta y me reconforta pues me hace creer que mis nietos Arianna y Diego quizá logren vivir en un mundo donde cada día sean más posibles los encuentros.


domingo, 4 de marzo de 2012

EL GRAN DURIAN

Si Nueva York es la Gran Manzana, Yakarta es el Gran Durian, me dijo Fransisca, así se escribe, Restiawardani, periodista de la revista Now en mi primera entrevista en esta ciudad.
El durian (Durio sp.) es una fruta mas o menos redonda, de buen tamaño, con grandes espinas no tan puyuas, que, como Yakarta, la gente odia o ama. No hay término medio, según la periodista. Olor y sabor pungentes convierten al durian en países como Singapur, donde tantas cosas están prohibidas, en objeto negado en algunos hoteles, en el trasnporte público y en la pancita de mucha gente.
La primera vez que lo probé no supe qué decir. Realmente el olor exploró de manera inédita mis fosas nasales y reptó hasta mi pituitaria de modo casi repugnante pero luego de probar el primer bocado logré no escupirlo y comí incluso pastel y helado de durian. Puedo repetir.
Pero regresemos al simil con Yakarta. Es una ciudad que se ama o se odia, dicen. Que parece que puede tener olores tremendos y es cierto que asusta el basurero que se entanca en muchos de los canales que los holandeses construyeron durante su presencia aquí.
No me he atrevido hasta ahora a comer todo lo que he visto en la calle pero tampoco lo descarto a priori. Hay unos pinchitos de masa de pescado envuelta en hojas de plátano y asadas al carbón, se llaman otak otak que me encantaron sin miedo. Puedo con un preparado de frutas, maní y una salsa llamada ruyak que tiene salsa de pescado, soya, ají y no sé qué mas.
Ayer me tentó una especie de cachapa que asan en las calles sobre un hornito de arcilla con un mini wok encima. Ponen ahí un puñadito de arroz remojado crudo y cuando apenas empieza a cuajar la masa le revuelven un huevo de pato o de gallina, punto de sal, coco tostado y echalots rebanadas y fritas al máximo crujientes. Se llama kerak telor betawi y mas abajito decía asli orang buncit. Aparentemente es un plato típico de los habitantes originarios de Yakarta. No... no lo compré, pero cuando regrese en abril lo haré.
Eso si, la mayor parte de lo que venden en la calle es frito. Estoy segura que pese a las sopitas, al arroz al vapor, los índices de colesterol deben ser fatales.
Yuca frita, buñuelos de todo tipo, pescado, parecen maracuchos, por dios, con el perdón de mi querida Ivette Franchi. Me dejaron picada, por cierto, unas bolitas que me dijeron que eran de harina de arroz, perfectamente redonditas ellas, con un chile verde adentro que debe hacer aullar el alma.
Poco mas puedo decir de la impresión de un primer día en el que viajé en taxi, en unos autobuses organizadísimos que van por carril único, en unas motitos típicas de acá que olvidé como se llaman y de parrillera en moto taxi.
Es una ciudad enorme, creo que sobre los 22 millones, compleja, pobre, rica, con pilas de basura en el centro, mercados por todas partes y una gente cálida, amable, a la que creo que nos parecemos un poco pese a estamos en las antípodas. Que privilegio viajar a explorar estos sabores y contar de los nuestros.

miércoles, 29 de febrero de 2012

MARATON DE SABORES


Hoy miércoles de año bisiesto viajo a Indonesia y Australia. A Indonesia a cocinar y a Australia a ser madre y abuela. A cargo de mis sabores y de mis afectos en Venezuela queda el señor Juan Sará. Novio, compañero, colega, amigo, esposo...y corredor de maratones.
Acaba de lanzarse el medio maratón de la CAF del pasado domingo, 21 kms y tantos metros, en dos horas once minutos luego de muchos meses de reentrenar sus paticas y pulmones que fueron muy corredores allá en otros tiempos.
Juan es para mi un asombro de disciplina y constancia. Es capaz de quedarse cuidando a mi madre y a mi hermana, a las perras de mis hijos, la empresa y sus clientes, de entender que mi abuelazgo australiano me requiere y que los dólares no dan para que viajemos ambos.
Juan es capaz también de hacer zapping perfecto entre Globovisión y La Hojilla, de leerse de madrugada todos los periódicos digitales y runrunes, de aprender a tocar bossa nova bajo el tutelaje de You Tube sin dejar que el chutney se le queme, de hacer cuatro entrevistas en retahila, de estar pendiente que nunca el carro se quede sin gasolina.
De Juan he aprendido su resistencia entre palestina e indígena, su capacidad de cambiar para bien, su solidaridad sin fracturas y su enorme sentido de familia.
Se que cuando regrese estará esperándome para seguir cocinando. Que gozará el calor del festival en Amapola y los sabores que yo traiga, que estará felíz de que vayamos a Guayana, a Maracaibo, a Mérida y a Bogotá.
Sé que el jardin de la casa estará mas lindo, que en Río Caribe hará mas calor, que Juan esperará que le traiga una chaquetita de corredor, o un reloj para medir sus tiempos

miércoles, 22 de febrero de 2012

UN ANGEL EN MI CASA


Fernanda Camila es la tercera de mis hijos. Hoy cumple 21. Cada cumpleaños de Rodrigo, Andrés y Fernanda me recuerdan todos los caminos que me llevaron a ellos y la ruta que luego hemos hecho juntos.
Rodrigo es biólogo y excelente cocinero. De sus manos que me parecían torpes han salido los mas hermosos caramelos artesanales que he visto. En su corazón se cuecen ahora las pizzas que lo mantienen en Australia alimentando a Arianna y a Gabriela y en poco días a un hijo más. Andrés tiene mas ganas de cocinar que pericia pero cultiva con afán su amor a la tierra, al equilibrio, a la esperanza de justicia y al igual que Rodrigo, una inmensa bondad.
Fernanda es la risa de la casa, el saltapericos, el baile, la recogeperritos y todas las músicas. Es la sensibilidad por los desposeidos de la tierra, es el ojo que capta el minuto y luego no sabe muy bien qué hacer con él.
A Fernanda le regalo hoy mis mejores sabores para que los comparta con sus hermanos, con Juan, que ha sido padre de los tres. Estoy feliz.

jueves, 16 de febrero de 2012

LAS MANOS BENDITAS DE COSMELINA

En la tradición culinaria de la Península de Paria se han metido muchas manos y no por ello el caldo se ha puesto morado. Sucede más bien que las manos han sido sabias para utilizar al máximo los productos disponibles y abrir así un abanico de sabores en el que la imaginación supera la precariedad de recursos.
Que no haya dudas: en la cultura pariana el coco es rey...y Cosmelina Sucre reina de una tradición escrita al calor del fuego que renace diariamente de sus cenizas.

Foto cortesía de carlos Hernández


Angela y Juan tuvieron nueve hijos: Ciro, Arcadio, Santos, Salomón, Carmen, Metodia, Marcelina y Cosmelina Sucre.
Cipara era entonces un caserío de la costa pariana donde la vida discurría de modo precario desde quién sabe cuándo. Un rincón de esos mares del Caribe impredecible por los que pasaron bucaneros, piratas, navegantes de toda estirpe y procedencia que sembraron en unos casos terror y destrucción, en otros hijas e hijos, costumbres, sabores, en los pobladores originarios.
Por esas costas de arena fina preñadas de cocales paseó también su mirada atónita  un Cristóbal Colón medio cegato y mala maña, no por ello menos deslumbrado ante tanta riqueza aunque en Cipara la vida fue y sigue siendo pobre, ni agua dulce hay casi ya pues el fuego de la Cuaresma seca cada vez mas los ríos.
Un cambio importante ha sido que ahora, cuando se apaga el sol y no hay fallas, la luz eléctrica hace ronronear alguna nevera y se alumbran pálidos los bombillos. Pero decir que ha llegado el progreso no se puede.
¿Cómo imaginarse entonces que ese lugar pariera una cocinera que seduce día a días los paladares mas viajados y exigentes?
Cosmelina Sucre, riocaribera ahora por aquello de que uno es del lugar donde vive, tiene la respuesta.
“Lo que más me ha gustado es cocinar y vender lo que cocino, el trato con la gente. Me gusta conocer gente. No me veo en otra parte sino metida en una cocina. Me gusta tener el cuerpo en movimiento”, asienta con una convicción que no deja lugar a dudas.
Cosme, cuando le hice esta entrevista, estaba recostada contra la barra del café que tuve por ocho años en Río Caribe.
El lugar estaba a media luz y olìa a curry y a madera; a mujeres. Era bastante tarde, casi las once, la cocina estaba apagada pero de pronto entraron unos jóvenes turistas al lugar.
Cosmelina no dudó un segundo en quedarse con la palabra en la boca y correr a la cocina aún tibia para satisfacer a los hambrientos. La excepción hace la regla: hay personas que aman su trabajo y ese afecto profundo le da sabor a todo lo que hacen.
Cosmelina desde pequeña, al igual que sus hermanos, tuvo que trabajar.
“Cada quien hacía algo porque éramos muchos, los varones buscaban agua y leña. Yo repartía la comida porque a mí siempre me alcanzaba”, cuenta, muerta de la risa.
De esos afanes tempranos hizo oficio y algún don le vendría en los genes pues casi todos los hermanos cocinan sabroso, si bien sólo Marcolina, pastelera en Caracas, y Cosmelina, hoy propietaria de Manos Benditas, un restaurante de cocina pariana, obtienen el sustento diario de la maravillosa alquimia.
A los ocho años dejó Cipara y hasta los trece vivió en Caracas. De ahí en adelante hizo vida de gitana, de aquí para allá, siempre sin perder la alegría que la enciende.
Fue así porque la vida era muy difícil y dura.
“Papá se quedó ciego de cataratas, pero aún así sembraba. Tenía el corte de aguacates más grande de Cipara. Tanteando y por el olor, reconocía las matas. Ciro y yo íbamos al conuco, recogíamos cocos y con su venta comprábamos jabón, sal, azúcar, café y manteca. Vendíamos a diez bolívares el ciento y eso rendía”, rememora Cosmelina.
“Paíto también sembraba arroz, maíz, guandul. El maíz lo rallábamos casi seco en una horma de madera de tacarigua y con eso y coco mamá hacía juancucú, extendiéndolo en un trapo. Ese era nuestro pan”, dice, y explica cómo hacían la sopa loca, solo con verduras y coco...siempre el coco “porque casi nunca había real para comprar aceite”.
Se pilaba el maíz, se sembraba auyama, patilla. Poco se vendía. Alguna cosa a la gente de Margarita que venía en “tres puños”; esas embarcaciones de precario camarote encima. La vida entera transcurría en esas tortugas de madera que hacían de casa para los pescadores en las largas faenas de trabajo, interrumpidas cada tanto por una parada en los pueblos de la costa para cambiar pescado por otros productos.... y quizá para cortejar a alguna chica del lugar.
“Yo tenía dos vestidos de saco de harina; mamá cosía a mano y los pintaba. Los míos eran uno rosado, y otro amarillo. Los muchachos andaban desnudos hasta los cinco años o los seis. Una cama eran cuatro estacas con latas (caña brava) y esteras de bijao. Dormíamos varios en una, o en el piso. Papá componía décimas y cantaba galerones”, evoca Cosmelina.
Y casi se rasca la piquiña cuando recuerda que había muchos chinches y chiripas “y uno amanecía todo mordido por esos bichos”.
Un fogón y una tarimba en cuatro horquetas completaban el mobiliario, junto al pilón y a un tinajón.
Unos bancos de fabricación casera, “y un ture mocho que tenía Paíto”.
La comida era sencilla: verdura sancochada, caraotas molidas, chimbombó con coco, guamos, mejillones, sancocho de cangrejo, bollos, cachapas, mazamorra, majarete, bola de yuca, o la barriga de vieja que Cosmelina salía a vender.
Y vendía todo porque era y es amable, atenta, dulce, solidaria, además de cocinar muy bien.
Cosmelina Sucre es pequeña, de pelo castaño claro, muy rizado. Su piel es tersa, llena, como todo su cuerpo. Siempre sonríe y cuando se cansa, o cuando le duelen la cabeza o los pies, los ojos, ya pequeños, se hacen diminutos y hay una cierta expresión que inspira mucho respeto.
Es una mujer de andar acompasado, recuerdo que casi a saltitos se movìa por el café, con diligencia en un espacio tan reducido y caluroso. Es rápida y creativa a la hora de dar soluciones en la cocina. Nunca pierde la paciencia.
Trabaja, trabaja, trabaja.
Contrario a lo que se podría pensar, cuando Cosmelina era pequeña en Cipara no se comía tanto pescado... no todos tenían bote y a punta de anzuelo no era mucho lo que lograban pescar.
“Maíta críaba gallinas, chivos, cochinos. A Ciro lo crió una chiva”, dice.
El maestro de Cipara, el que le enseñó a leer y contar, se llamaba Pilar y era de Río Caribe. Pedro Narváez, quien fuera hace unos años prefecto de San Juan de Las Galdonas, también fue maestro en esos tiempos. Quizá fue un mejor oficio para él.
Entre ires y venires Cosmelina cumplió los diecinueve años en Playa Grande, cerca de Carúpano. Hizo un curso de contabilidad en el INCE. Y en una de esas que regresó a Cipara, tenía veintiún años ya, se enamoró y tuvo a la primera de sus seis hijos e hijas.
Con cinco de esos muchachitos, ahora hombres y mujeres, llegó hace casi veinte años a Río Caribe. Aquí nació Kariela, la menor , que parece haber heredado de su madre el gusto por la cocina.
Caminó y caminó Cosmelina las calles riocariberas hasta conseguir trabajo empacando sardinas. Por la mañana hacía pan frito, torrejas, meriendas, y las salía a vender.
Trabajó ocho años en la enlatadora de Coopesucre, hasta que la empresa se declaró en quiebra en diciembre de 1998. Todavía no le pagan sus prestaciones.
Luego picó sardinas en El Morro pero no le gustó hacerlo. A nadie puede gustarle ese trabajo.
Aprendió a coser en una cooperativa textil, Tamagas, y ahí estuvo un año “porque me gustaba coser y ayudar en todo”, pero la cocina pudo más.
Ya pasa la media noche. En el aparato de radio suenan unos tambores, y muerta del cansancio, Cosmelina mueve, sin darse cuenta, la cadera y los pies.
Cocinar, también es un arte en movimiento.
Así, con un homenaje al coco solidario y a una hermosa mujer, me reencuentro hoy con esto que escribí hace añales cuando Cosme me dio su receta de la sopa loca.

Sopa loca de coco

¼ kilo de ocumo blanco
¼ kilo de ocumo chino
¼ kilo de mapuey
¼ kilo de yuca
un trozo suculento de auyama
1 chaco o batata
3 o 4 charlotas (echalots, escalonias)
una rama de cebollin
ají dulce al gusto
una cabeza de ajo
un mazo de culantro
sal, pimienta
la leche de tres cocos secos

Se obtiene la leche de los cocos rallados pasándolos por agua caliente y tamizándolos en un liencillo o colador. Se reserva.
Se pican finamente las charlotas, o cebollas si no se tiene la suerte de vivir en Paria, el ají dulce en juliana, el ajo pelado y machacado y se saltean en un poquito de la leche de coco, a modo de aceite. Luego se le agregan las verduras peladas y picadas en trozos pequeños, primero la yuca y de último la auyama pues se ablanda más rápido que las demás. Se ponen a cocinar con agua suficiente para apenas cubrirlas. Se sazona con sal y pimienta en grano.
Al ablandar se les añade la leche de coco, el cebollin y el culantro picado muy fino. Se calienta bien sin dejar que hierva para que la leche de coco no se corte.
Al momento de servir se decora con tiritas de ají dulce y se acompaña de casabe tostado.
Ya sabemos que mejor es comerla frente al mar, porque ahí la vida es más sabrosa y uno se quiere mucho más.

miércoles, 15 de febrero de 2012

FLORES DE BUCARE EN MIEL

Erythrina poeppigiana o bucare ceibo.
En esto de mis afanes de buscar qué hacer con el cacao y el chocolate, recordé a Inés María Peña, quien me dijo que las flores de bucare, en la foto, son comestibles.
Es tiempo de floraciòn de los bucares ahorita y las plantaciones de cacao que crecen a su sombra están cubiertas de caminos de sus flores color naranja rojizo que parecen gallitos dormidos sobre la tierra. Apenas caen, su color es naranja-amarillento, y van oscureciendo hacia un naranja crepuscular  mientras yacen dormidas en este supuesto verano que no termina de ser.
Bucare y cacao son una dupla de Paria pues las plantaciones de cacao suelen tener su follaje como cielo, aunque los expertos dicen que los cacaoteros crecen hermosos no solo  bajo la sombra de este árbol emblemático de Mérida... también el cacao se protege de la sombra de plátanos, lechozas y otros arbolitos.
El cuento es que Juan y yo recogimos las flores de bucare más frescas que conseguimos para hacer un jarabe flores incluídas y estamos felíces con este resultado exploratorio. El olor es tenue, las flores parecen transparencias de lechoza y Paria en su esplendor revive en cada frasquito para recordarme que debo seguir buscando, explorando esta península en la que vivo y que me sorprende con sus olores y sabores a cada rato, con sus resacas impredecibles en el mar.

domingo, 5 de febrero de 2012

Henry y Lara

Cocinar me ha dado oportunidades fantásticas. Aparte del placer en sí de armar y elaborar un menú, la lista incluye ir a los mercados públicos en busca de ingredientes y comidas, gasolinear con mi querido Juan por cualquier carretera a ver qué vemos por ahí, qué llevamos a casa, qué historia descubrimos en nuestro compartir de oficios pues aunque Juan desdiga de mi oficio de periodista por mi renuencia actual a ver, oir, leer noticias, los dos sabemos que entre cuartillas nos enamoramos y entre cuartillas hemos logrado vivir, consumar y a ratos hasta sobrevivir 23 años de amor. Pero de vuelta a la lista y a Juan, cocinar nos ha permitido otro espacio de vida cuando lo hacemos juntos para los demás.
Viajar es otra suma. Viajar con los ojos y el alma abierta como si fuera la primera vez, así las carreteras estén vueltas ñeque; reunirnos con los hijos y cocinar para ellos y los amigos, o ir con los hijos a  los restaurantes de los amigos. Conocer productores de queso de cabra como Eutimio Martín en Aroa,  las niñas maravillosas de Ananke en Lara o los señores Gueron; compartir el entusiasmo de Carlos Rodríguez Matos por sus patos apureños, el compromiso de trabajo de la familia Pestana en su frutería Santa Bárbara o el de Joel Ferrer en el mercado de Chacao.
Comer con Daniela Ulián cuando vamos a Caracas, oir los cuentos de cocina de Serenella Rosas, llevarle chorizos a Alejandro en 360 o corocoros y dulces a Luis García Mora, son los pequeños ritos con los que voy renovando la amistad.
Seguro que la lista es mucho mas extensa, como el hecho de que la cocina me haya puesto a estudiar la historia de mi país, que me haga plantearme cómo con mi trabajo puedo ayudar a que gente de mi comunidad tenga aunque sea una pequeña mejoría en su nivel de vida.... pero lo cierto es que cuando comencé a escribir esta pequeña nota solo quería referirme a la oportunidad que me da la cocina de conocer a otras personas, sobre todo a los comensales que se nos van atravesando en la vida. Algunos llegan a convertirse en amigos, a otros los vemos en cada nuevo festival, a otros mas nunca. Ellos son en realidad la razón de ser de mis afanes y no se si llegarán a saber como su aprobación, su disgusto, sus sonrisas, influyen en mi vida.
Un comensal, Henry Querales, me prometió escribir de mi cuando retomara su blog y ciertamente cumplió su palabra. Escribió que no escribiría sobre mì....aún. Eso no importa. Importa que pueden leerlo en www.conbuenojoybuendiente.blogspot.com. Importa su amor por su esposa Lara, por las aceitunas rellenas de su familia, por la fotografía, por el color y el calor de vida. Importa que tengamos en la memoria a aquella cocinera, o a aquellos comensales de un dìa, de un almuerzo que pudo ser cualquiera y no lo fue.

martes, 31 de enero de 2012

TIEMPO DE TAMARINDO

En el mercado de Carúpano aparecieron los tamarindos y las cerecitas. Aún hay lairenes, jobos y castañas. Las mujeres del patio de pescados tienen conchúos de carne amarilla y grasienta, macabí, carites a precio de mero, tajalíes, sardinas, catacos, cachorretas, palagares y un pescadito pequeño que creo que se llama cocoroba, o algo así.
Gozo ir a ese mercado aunque no sea el más pulcro del planeta. Me encanta ver las ristras de morcillas, gordas, como mujeres boterianas, sexys, explotadas de sabor. me seduce la dulce baba del quimbombó que a tantos les da grima, me como un trozo de arepa pelada y me siento como superniña, batichica, la mujer maravilla, llena de sentidos y salud.
Cuando recorro los pasillos me voy preguntando desde dónde llegan esas frutas que antes no ví, las hojas de guadén y de menta, las bayas de pimienta de guinea, el jengibre alcanforado, los mapueyes, los tomates, las zanahorias. La respuesta puede ser desde ahí mismito, de las montañas de Maturincito, o de los Andes, y me veo despertándome a las dos de la mañana para llegar a las puertas del mercado al mismo tiempo que los camiones cargados que a diario unos, semanalmente otros, van llegando a su destino.
Es hora de choferes, de vendedores de café en termo, de putas trasnochadas, de consumidores de cualquier droga, de borrachos, caleteros, de hombres y mujeres que madrugan y trabajan de buena fe.
Llegan Moncho y Nelly con sus perniles deliciosos y la masa para sus arepas crujientes. Se esconden las ratas y ratones y me parece recordar que nunca he visto un perro dentro del mercado. Me siento como un tamarindo, a veces dulce, a veces ácida, según como me traten.
Es mi pequeño gran mundo de al menos una vez por semana, donde camino como si no existiera el tiempo. Comprar, cocinar, comer. Tanta gente en los campos, en los caminos, en los llanos, en el mar y las montañas para que yo pueda hacerlo. Y todavía no son suficientes.

domingo, 8 de enero de 2012

DESPUES CARACAS

La Navidad me regaló varios libros de Doris Lessing, a  una sueca extraordinaria llamada Asa Larsson que me dejó sin aliento con su libro Aurora Boreal, un viaje al medio oriente de la mano del bicireportero y amigo Raphael Krafft, el Estambul de Orhan Pamuk, la Venezuela de Simón Alberto Consalvi y el libro amarillo de don Armando Scannone.
Me regaló también el fin de año la peor cena que he cocinado en mi vida y el agradecimiento a las burbujas de un cava español que me permitieron olvidarla. Me regaló una especie de anestesia que me tiene aquì sentada en un domingo blanco con Soui a mis pies, celebradìsima porque ayer nos advirtiò del ladròn que entrò en casa, anestesiada decìa, sin querer formularme propòsitos aùn para el nuevo año.
Me gustaría, si, hacer un curso de panadería y otro de chocolatería, terminar mi eterno libro, viajar a otros países y por Venezuela, ser una voz activa que proteste, que exija, que reconforte, que acompañe, que se indigne y que pelee por las cosas que cree.
Me gustaría también sembrar, cosechar y procesar algùn alimento, tener un cachorro nuevo, estar en Perth cuando nazca mi nuevo nieto o nieta y regresar a cocinar a Indonesia.
Me gustaría que mas personas en el mundo pudièramos comer. Mejor si comemos mejor... pero que al menos haya comida para compartir y agua potable para beber. Como siempre, me gustarìan demasiadas cosas y por eso no me atrevo a listarlas.
Después Caracas es el título de un libro de José Balza que había comprado hace un año y que acabo de terminar. Caracas suele ser mi comienzo y mi fin, la ciudad en la que nacì, un tránsito, una perturbación. Me gustó el libro.





A COMENZAR DE NUEVO

Escribì esto finalizando diciembre y por alguna razòn no lo publiquè....
No es que un año sea realmente comenzar de nuevo pero si hay un deseo un poco intangible hoy para mi de poder retomar lo pendiente...yo practicante devota del hayqueismo. Tengo tantos hay ques que podrìa sentirme abrumada pero para nada quiero. Mas bien agradecer que este año y mis esfuerzos, el de Juan, el de mis hijos y mis afectos nos hayan permitido alegrarnos por lo logrado y pensar que seguimos teniendo sueños personales, sueños de país, lugares por vistar,sabores que descifrar y compartir, trabajo por delante gracias al de atràs, perros que criar, naturaleza para maravillarnos y libros que leer, entre tantas cosas.
No logrè escribir todas las semanas y quedan en mis pendientescontar de  un viaje a Aroa, el encuentro con la gente de su ateneo, los conmovedores quesos de cabra ahumados de Eutimio Martìn....porque sus quesos son tan ricos que le mueven a uno el piso... el compromiso de Tobìas Salazar y su familia, ese verdor hùmedo de un pueblo del que solo sabìa de sus minas de cobre que sirvieron paradòjicamente para alearse en armas de guerra y en la estatua de la libertad que tanto significa para muchas personas.
Regresé de ese viaje de noviembre con la vida cargada de asombro por el sentir de los productores de làcteos, endulzada de mieles que producen abejas viajeras, abrumada por el discurso del señor Betancourt, felìz con un frasquito de bicuyes y con la solidaridad de Juan Alonso Molina.
Fue tambièn felìz el encuentro con Irina Pedroso en su restaurante Amapola y rico, como siempre, cocinar en Caracas nuestros platos parianos con la compañìa de los vinos de Tamayo y de la gente de Ron Carùpano que me regalò una botella hermosa de su ron Legendario con mi nombre y todo.... hicimos un brindis chiquitito y la guardamos para cuando nazca el nuevo o la nueva nieta.
De vuelta a casa, sin Gala, la vida se me ha hecho un tris triste. Pensaba que la muerte era para mì algo natural pero extraño a Gala a diario, aunque me da mucha risa que ahora que ella no està, Soui, su hermana perruna, tiene un celo insòlito... serà que le buscamos novio? Cuando estaba Gala sus celos eran distintos...ah...decìamos todos que Gala como que era gay y los celos de las perras los resolvìan entre ellas....
en fin.
Nos hemos dedicado a rellenas patos, a cocinarnos la navidad, a batallar con las goteras que nos regala la lluvia, yo a leer a Doris Lessing y a pensar que mientras siga siendo hayqueista y esperanzada todo estarà bien.