sábado, 24 de mayo de 2014

GENTE DE AGUA






La primera vez que fui a Tucupita estudiaba Biología en la Central y aún vivía mi mejor amiga Miriam Colella. Nos llevó al Delta en salida de campo de estudios del suelo José Luis Berroterán. Conservo de ese viaje el retumbe del autobús azul de la universidad, retazos de lluvia, pantano, un sueño corto en un cuartel militar en una isla deltana, más barro, más lluvia, más sueño, una casa comunal donde muchos waraos cocinaban hacinados, los niños con sarna, cestas preciosas y mi corazón roto.
Regresé luego unas cuantas veces más, ésta última  invitada por la Fundación Tierra Viva, y al igual que la primera vez, caí rendida, cautiva del río, sus sabanas anegadas, la selva de verdes infinitos, las miradas oblícuas de los niñitos warao y un cierto sosiego que me invade cuando los araguatos aúllan y pájaros que no conozco y apenas veo alborotan el aire con sus alas.
Viajar es mi vicio y este país un regalo que muchísimas veces me duele cuando pasan los años y los cambios no son para mejor. Así pues, regresé de este viaje corto y deltano fragmentada como siempre, feliz de conseguir compañeros de viaje y vida tan llenos de ganas y esperanzas, dolida de miseria y abandono.
Compartí con mujeres warao de varias comunidades un día de cocina y un pequeño taller de higiene y manipulación de alimentos. Tierra Viva lleva adelante desde hace cuatro años un programa de emprendedores artesanos en comunidades warao del Delta del Orinoco, y está a punto de estrenar una ruta turística diseñada en parte por las propias comunidades. Ahí entré yo para apoyar en el tema culinario.
Con Soliria Menegatti fuimos al mercado de Tucupita y compramos frijolitos, laulau salado y papelón.
Nos atendió esta preciosura de niña que ayudaba a su mamá. En su puestito compramos picante de mango guyanés, catara líquida y en polvo y curry trinitario. Mas adelante una señora tenía catavía, yuca amarga rallada, y compramos un poco para luego hacer en el taller barriga de vieja, una especie de torta que me encanta con coco rallado y papelón.
En el bote de Pachico fuimos recogiendo gente de agua en Wakajarita I, La Ceiba y La Culebrita. Llegamos al Campamento Oropéndolas, de los hermanos Gibory y luego de poner a remojar los frijolitos que cocinamos al día siguiente con laulau salao, nos dedicamos entre todos a recoger los cogoyos de ocumo para el calalú, se ralló el papelón y el coco, se picaron los aliños y se hicieron mantelitos de hojas de banano recién cortadas, lavadas con agua de lluvia.
 Así nos quedó el guiso con hojas de ocumo y camarones sobre una cama de ocumo chino cremoso cosechado en el Campamento.





En orden en las fotos, el plato terminado con el guiso, platanitos en dulce de papelón, tortitas de ocumo que todos hicimos y arroz y carne guisada que José, el anfitrión, nos había preparado. La mesa compartida, y una de nuestras jovenes cocineras que fue con su bebé y su esposo.
Los cocineros y el equipo de Fundación Tierra Viva a punta de despedida ya.
Al día siguiente tuimos a Wakajarita I a recoger artesanías que Tierra Viva vende en un proyecto on line bajo la práctica de comercio justo. No se discuten los precios, solo se orienta, si es necesario, en cuanto a la calidad del terminado de las piezas.


 Esta cesta de abajo forma parte de un proyecto de tejido con hilos hechos de bolsas plásticas recicladas.






 Una chenchena, bella y maloliente despidió la tarde.




Julia, la chofer de lujo y un hijo de Magdalena.



Regresaremos en tres semanas, les seguiré contando... mientras algo de info sobre la Gente de Agua, primeros pobladores de Venezuela.





http://es.wikipedia.org/wiki/Warao
http://lasvocesdejunuunay.blogspot.com/2013/03/mitos-venezolanos-waraos-el-dueno-del.html