lunes, 28 de mayo de 2012

GUAYANA GASTRONOMICA, EL EVENTO


Así estuvimos todos en Guayana Gastronómica 2012

No pudo haber mejor regreso de dos meses y medio de viaje sin leer la prensa, sin enterarme mayor cosa del país. Los viajes, mis viajes, suelen devolverme en estado de gracia, reconciliada, y un poco asustada también, es cierto. Regresar a las rutinas me pone el alma en vilo durante unos días, más allá del decalage, del jet lag o como lo queramos llamar. No es pelusa, 44.000 kms ida y vuelta. Sobrevolé el Mar Caribe, el Atlántico, España, Francia, Holanda... pasé por Rusia, por el Mar Caspio, por olores de guerra, lleguè a los cielos de la India, su océano, Pakistán, Malasia, me paré en Indonesia y crucé hasta Bali y de ahi a Perth, Australia. Bajé con mis hijo Rodrigo y Gabriela,  los nietos Ariannita y Diego recién nacido y la perra Luna, hasta Augusta, al sur de Perth, al encuentro del Indico con las oleadas heladas del Antártico, mas todos los intermedios que aún no descubro. Me devolví triste y felíz, cociné eufórica en Yakarta, conocí a Elena Csiky, impecable encargada de negocios de la embajada de Venezuela en esa ciudad, que se abocó al festival como si fuera propio, es que lo era, pues es y deben ser siempre, un proyecto de país así éste lo financiara el Hotel Le Meridien y me ayudaran con los productos Destilería Carúpano, Chocolates San José y Casabe Yekuana, Adrián Yanez del Cega. Visité a los amigos en Malasia y al regreso pasé fugaz por Caracas y Río Caribe hasta llegar por obra de Serenella Rosas a Ciudad Bolívar a sentarme en la mesa de Karla Herrera Wulf, con su marido Patrick, su mamá y Juan Sará.
Un almuerzo inolvidable de consomé de piraña y guaraguara, ceviche de pavón, y un bagre llamado cuajaro. El postre, los postres, me los llevé. Mereyes golosos, dulce de limón filipino y de toronja, delicada de guayaba y un sabor para siempre, el de la generosidad de Nora Wulff, la señora que yo quiero ser a los 76.
Casi de noche, llegamos un jueves a Puerto Ordaz, justo para revisar los ingredientes en el Instituto Gastronómico Cuisinart. Al día siguiente tendríamos la Cena de los Corsos, un punto de encuentro de vida y de influencias maravillosas en la historia cultural y económica de Sucre y Guayana. Nos perdimos la comida de John Guerrero.
Pasamos en total cuatro días en Puerto Ordaz. Escuchamos a Guerrero, a Nelson Méndez, Egidio Rodríguez, Chucho Rojas, Yelitza Acosta, Johnny Peters, María Fernanda Di Giaccobe, Helena Ibarra y Sumito Estévez. No vi la presentación de Juan Carlos Bruzual y de Omar Pereney, ni la de Nestor Acuña, ni a Victor Moreno padre e hijo, tampoco a Anabella Barrios, por estar trabajando. Pero si bien no pude entrar a sus presentaciones, sé que hubo un lenguaje común. Mirar alrededor, la posibilidad de trabajar juntos y por cuenta propia productos que han de tener denominaciòn de orígen, de recopilar técnicas, de felicitarnos y auparnos en estos caminos diversos que tenemos tantos cocineros, que confluyen en un concepto: el de la cocina venezolana y su multiculturalidad. En la necesidad de que las escuelas, y sus alumnos, se enorgullezcan de nuestra cocina y ésta no solo se cocine, sino que se escriba, se investigue, se registre, se divulgue, que se trabaje con recursos, con sistematización, con amor, con las manos, las uñas, la inteligencia y el corazón- Con las recetas de familia, con técnica, con futuro.
Me anima que empecemos a recorrer y reconocer nuestros mercados, a los productores, pescadores, agricultores, a las empresas, a la gente que con empeño, especialmente en la provincia, hace con dedicación y honestidad lo que luego llega a nuestra mesa.
Por primera vez en mi pequeña vida de cocinera, me sentí inmensamente felíz de estar en un encuentro como el de Guayana Gastronómica, tan cuidadosamente organizado, tan impecablemente gerenciado, tan respetuoso, tan detallista. Fue un trabajo de equipo y de familia, liderado por Gessler Delgado y Alfredo Campos.  No hubo divos sino trabajo, discusión, emoción, retos, planificación, entrega. Estudiantes y profesores de cocina, cocineros y sommeliers. Empresas grandes y pequeñas. Y el hotel Eurbuilding, que fue anfitrión junto con su equipo de cocina, que no dejó de trabajar y apoyar a todos. Peco a conciencia y recuerdo a Lowry Góez y su hermano, al pastelero Victor Millán, a Renato Díaz, a Thor, a y a y a. Podría llenar la página de nombres, de la alegría de reencontrar amigos, de sabores y solo dejo algunos que probé en las cenas y almuerzos temáticos, escogidos por mi marido, digo, los sabores que rememoramos juntos: el calalú de Johnny Peters, las arañitas monas de Nelson Méndez, el helado de sarrapia y las costillas de morocoto de Nestor Acuña, nuestro sorbete de jugo de merey fresco y la crema de castañas que acompañó al figatellu que hicimos con la ricota de Keremelitos y el queso cremoso de cabra de Ananke. El cierre con Ron Carúpano y Chocolates San José. Y el público, tan receptivo, tan interesado, tan felíz.


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