lunes, 16 de noviembre de 2015

Receta para amar 500 años y mas



Cada quien tendrá su cuento de la cena con la que celebramos los 500 años de Cumaná.
El mío es este. Leo le dijo a Valen, que llamó a Emanuela y ella a mí. De una ristra de llamadas creció una cena que ya era semilla en el corazón y las manos de cuatro cocineros que sumaron al final diecisiete con el poder de la palabra, sueños, ingredientes, productores, empresarios y del patrimonio de uno de los estados mas hermosos y abandonados que tiene Venezuela.
El resultado fue una sonrisa indeleble en el alma de los promotores y aliados de la Cámara de Comercio de Cumaná, una contentura en la pancita de los asistentes y un compromiso de alegría en los cocineros que ya tenemos fecha para seguir contando a punta de sabores la historia de nuestra región.
Valentina Quintero y Sumito Estévez nos hablaron de país, de reconocernos, del poder de las alianzas; de que para celebrar solo necesitamos la suma de voluntades que existen, y lo hicieron con una convicción a prueba de incrédulos. Fueron anfitriones de veras, que complacieron con todas las fotos, que se patearon el mercado cumanés y brindaron con los rones de Carúpano y de La Florida por la caña que nos perfuma y que le da color de papelón a la gente.
Si, ya se, suena a euforia, a euforia mas que justificada.
La cita fue en el hotel Nueva Toledo y arrancó con la música del grupo Tierra de Gracia. En Oriente los músicos son flor de todo el año. Se sirvió mate cumanés, que es una papelón con limón especiado, con su palito de caña de azúcar de Cumanacoa y un escabeche de sardinas, en latita y todo que los proveyó Avecaisa. Casabito de Las Charas. Mayonesa de ají jobito ahumado. Un homenaje a la industria procesadora de especies marianas que solía ser fuente masiva de trabajo en la región y que apenas sobrevive tanto constreñimiento.
Ya sentados arrancó la comilona. El abrebocas tenía una copita de coctelito cumanés con los caracoles, pepitonas, madreperlas, vieiras y otros bichitos que pidieron prestado al mar Miguel Amendolara y sus amigos. El tiene imprenta y pulmones. Y no tocó ni con la mirada los botutos que esperamos se recuperen para sumar a nuestra biodiversidad. Una perlita de aguacate cremoso y un tostoncito de zumbí, que es como le decimos al topocho por aquí. Al ladito, el funche con chorizo fue una locura con su sombrero de morcilla carupanera y el cochino confitado en manteca de cacao con su semillita de cacao tierno acabó con la virginidad de muchos, 170 personas; que pese a vivir en el principal productor de cacao de Venezuela, jámas la había probado.
Siguió la olleta cumanesa, con gallo, rabo de res y panza… receta recopilada por Ramón David León y del que se dice fue plato favorito de Francisco de Miranda.
El tránsito al siguiente plato fue una tética de guarapo de papelón.
El plato principal fue un tarkarí inusual. Sobre una cama de berenejenas con curry y coco, se lució un atún aleta amarilla de nuestro Caribe confitado en manteca de Kkao Real. Los hermanos Moreno, de Fipaca,  no cabían en la silla del orgullo que fue su regalo.
Esferas de batata rosa y ensalada de lechuguitas y lechoza verde para acompañar.
El postre fue un cremoso de chocolate Franceschi aromatizado como las bolas de cacao especiadas de tradición, con galletita cremosa con nibs de cacao y compota de jobo de la India.
Cerramos con Ron Oro de Carúpano, papo de vieja, que pese al nombre es una delicadeza de catavía y papelón envuelta en hoja de plátano que muchos adoraron, y de regalo final una paleta de jobito de Helados Elito, gracias a la generosidad de la familia Rodríguez.
No todo fue flores. Los mesoneros contratados tenían poca experiencia y algunos malas costumbres así que los cocineros salieron con sus filipinas de catorce horas de trabajo a rematar el servicio. No es cuento el desencuentro entre la brigada blanca y la negra. Y si cuento esta intimidad es solo por la furia que aún me alebresta enfrentarme a quien no hace su trabajo con dignidad y amor.
La foto final nos despichó del susto que el día que no tengamos, mejor que abandonemos el fogón. Vanessa Rolfini y Greyla Aguilera nos regalaron su oficio de periodista y fotógrafa, además de batirse duro como cocineras. El profesor Victor Moreno nos acompañó como lo hace con entusiasmo en todas las regiones. Fernando Escorcia se mereció el padrinazgo representando a Margarita Gastronómica, un hito de referencia en organización para las cocinas regionales. Ileana Matos de Comer y Beber, de El Nacional fue solo sonrisas. Elmer Acevedo, gerente de alimentos y bebidas del hotel fue el duende que nos solucionó los ingredientes perdidos del mercado. Me excusan los que no nombro.
Los cocineros promotores, Pedro Castillo, Egidio Rodríguez, Roger García, Juan Sará, Jesús Méndez, Cosmelina Sucre, los cocineros de brigada, Liliana Viloria, Jules Trenard, con nombre de actor, Fabiola Galantón, Carlos Henriquez, Edwar Lara…que se sabe mas canciones que Vanessa, Luis Coronado, Jesús Prado, Edamarc Souza.
Agradezco a mi historia de famila estar, como dice Valentina, Tarbenisana como yo, estar sembrada en Venezuela.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Monagas Gastronómica

El país se nos está llenando de regiones deseosas de mostrar su gastronomía. A partir de ilusiones e iniciativas individuales la mayoría de las veces, con la ayuda de los amigos, con la felicidad absoluta del parto, salen a la luz nuestros sabores y tradiciones, el empeño de emprendedores locales, el saber que se ha ido gestando en cada lugar.
Jorge Hernández es periodista. No le he preguntado hasta ahora qué lo llevó a la gastronomía pero imagino que una de las razones fue su gusto por comer bien pues es de esas personas que transmite que lo que emprenda quiere hacerlo así, bien.
Jorge decidió celebrar el primer año de su programa radial Monagas Gastronómica con un evento para compartir su región. Invitó a María Fernanda Di Giaccobe a conocer los emprendedores chocolateros de Caripito, a dictar un taller de bombonería y a enamorar a todos con su saber sobre el cacao. De Maracaibo se trajo a Héctor Galbán, también periodista, quien además de ayudarlo en todo dio una estupenda charla sobre la crítica gastronómica y nos brindó el postre maracuchísimo de coco, de la despedida. El profesor Victor Moreno Duque, cada día mas sonreido, compartió con los asistentes sus investigaciones sobre la arepa y dictó otra charla sobre la cocina de vanguardia en Venezuela. Yelitza Acosta, cocinera de gran vocación por la educación, habló de la cocina monaguense y de productos injustamente olvidados como el amaranto o pira. Yo hablé tanto de la presencia de los corsos en Paria y de nuestras otras influencias gastronómicas que me quedé sin voz.
La inauguración del evento se hizo con un curso de bombonería con el equipo de Kakao, del que fue anfitriona Zuleyma Padrino, quien junto a José Bousquet preparó la cena de cierre. Rosa Avila y su encantador esposo Adilson Medeiros hicieron una estupenda cata de licores artesanales de Caripe con chocolate traídos por María Fernanda.
Gabriel De Pablos, del restaurante Bocca, me impresionó por sus conocimientos y por su pasión por la gastronomía. Es deuda pendiente visitarlo. Francisco Vivanes, del restaurante El Gran Maute, nos mostró su amor y dominio de la cocina con uno de los mejores almuerzos que recuerdo en mucho tiempo.
Como dice mi amiga Valentina, hay que echarle pichón y viajar con cédula, sembrarse cada día mas en este país, gozárselo, compartirlo, trabajarlo con ética y entusiasmo.

domingo, 9 de agosto de 2015

El SABOR DE MIS HIJOS NO TIENE RECETA

Tengo tres hijos. Por ahora, uno en Australia, otro en España y una en Venezuela. Tengo tres nietos, dos en Perth, Australia, uno en Valencia, España, ninguno en Venezuela. Pertenezco a la generación abuelasskypecuandosepuedeporladiferenciahoraria.
Rodrigo, mi hijo en Australia, es biólogo. Trabajó, además, varios años de candyman y es capaz de hacer unos caramelos preciosos que nunca imaginé pudieran salir de sus manos. Lo admiro profundamente. Es un hombre de entrega, complejo, hermoso, amigo incondicional, generoso, mi primer empeño, con tantas dosis de amor como de fracaso en mis pininos de madre, un gran papá que alimenta a sus hijos, Arianna y Diego, con esmero, seguramente con sopas insólitas llenas de un sabor que nació con él. De sabores llenos de contrastes, como él mismo. Mi compañero de viaje, un gran cocinero.
Gabriela, su compañera indómita, mantiene el orden doméstico con esa disciplina estricta y laxa a la vez que es prueba de su espìritu científico.Los frutifica. Los amo con la incondicionalidad y respeto que ellos mismos me han enseñado.
Andrés, el hijo del medio, tiene en su piel el color de la tierra que lo ata. O quiza mejor decir que lo sostiene. Andreochi, como le digo, nació para sembrar. Y seguramente para cocinar lo que siembra, aunque escogiera ser periodista. Es un investigador nato. Tiene la solidez de su papá y de mi mamá. Su hijo Bruno tiene su mismo ceño y el espirítu rebelde combinado de su padre y de su madre Daniela, que llegó a Venezuela, se enamoró, lo  enamoró, y se lo llevó, quien sabe por cuanto tiempo, a la tierra que la vió nacer. Hay un mar de por medio entre nosotros ahora pero siempre tierra a mano, que es el sino de Andrés. Daniela me regaló una familia española a la que quiero sin distancias y unos consuegros fantásticos, Amparo y Fernando.
Fernanda Camila, la mas pequeña que ya no lo es, es músico. Una campanita oriental. Alborotada, impredecible, ella misma es su mejor instrumento. Yo creo que es una pastelera engatillada sin medidas. Es decir, una pastelera insólita para dulcificar con su voz y su alegría la vida de los animalitos y la gente que la rodea. Exigente, desordenada como no podría ser la pastelera que es.
Ninguno tiene receta, tampoco la tiene Juan, mi marido y compañeroamoroso en el hacer de madre. Cada uno con su sabor, y yo aprendiendo.

Tantos atrasos propician el olvido



Escribo sin abrir el blog aún. No recuerdo cuándo fue mi último post. Quizá olvide fechas, pero no la constante que ha sido la cocina a lo largo del país pues seguimos recorriendo sus kilómetros a punta de eventos, de productores, de encuentros que me hacen reconocerme en un paisaje que descubro o redescubro a través de la cocina.
·         Las últimas semanas nos han llevado a Carora, para hacer, cada viernes hasta el 21 de agosto, las cenas de la vendimia de los vinos de Pomar. Escogimos el menú influenciados por nuestra vida en la Península de Paria y por un viaje en julio a un encuentro de cocineros propiciado por Venezuela Gastronómica.
·         Cada miércoles llegamos a Carora a comprar conejos, champiñones, las lechugas del señor Ochoa en El Manzano, la crema de leche Don Manuel… la mejor, que además nos hizo una edición especial sin sal, con los brotes de Gabriela y sus microverdes caraqueños, a recoger en el terminal las papitas parameras arbolonas negras que nos envía Yvonne Avendaño del Hotel Escuela de Mérida… ella tan empeñada en su tesis doctoral, a recorrer el mercado Terepaima y descubrir ahí los arándanos criollos, las fresas y las moras que llegan de Cubiro, los trazos de una ciudad que nos sorprende con una neblina inesperada y el profesionalismo de los estudiantes de la escuela Adelis Sisirucá que dirigen Nora Muñoz y Sergio Arango, trabajadores incansables.
Carora es una cola eterna en cada esquina donde hay un supermercado, un abasto. Las ciudades pequeñas evidencian impúdicas el país que estamos siendo, aborregado, marcado por el trajín, la necesidad, la resistencia, no sé cómo definirlo, ni quiero porque no encuentro explicaciones. Baste decir que ahí,  el sol que se enciende mas aún con los empujones, para nada me quiero reconocer en ello.

En las Bodegas Pomar trabaja Juan, no mi marido, otro Juan que canta boleros y hace crecer árboles primorosos que se inventa a punta de oasis y flores traídas quién sabe de dónde. Nos tomamos una foto abrazados, quisiera saberme las letras de las canciones que entona, tener su humor inconmovible; comparto con él la entrega por hacer bien el trabajo, por dar placer a los comensales, por mostrar como dice mi amiga Valentina, que estamos sembrados en Venezuela y hay muchísimas razones, cada vez más, para seguir aquí.
Me mueve y me conmueve. Me llena de palabras y me hace muda. Me anega este país con lágrima fácil y el desconocimiento que tenemos de lo que somos y lo que podemos ser.
Mérida fue otro capítulo. Compartí cocina con cocineros, la mayoría bastante jóvenes, en los que descubrí un discurso gastronómico renovado. Los chicos de Pan Comido, la pareja de Emparamados, la generosidad de Diana Garrido, el verdor de la vida y del comedor de Valentina Inglessis, la estética y el sabor de Alejandra Gibert, los sabores de Teo Zurita, la juventud maravillosa de Iván García, Linguini, las enseñanzas de Eneko, y no sigo nombrando porque mi memoria es cada vez mas corta y la gente mucha. Mejor que quien me lea busque la página de Venezuela Gastronómica y lea todo lo que pasó ahí, que fue mucho mas que lo que se reseña pues fue una muestra de trabajo en equipo, de pa que sirvoqueaquí estoy, como Pedro Castillo de Cumaná, y la gente el Grupo Occidental Gastronómico, esos maracuchos de hierro que jamás salieron de la cocina.
Si alguien espera recetas de este blog, la única que podría imprimir tiene como ingredientes la constancia, como procedimiento el amor al trabajo y como resultado el plato perfecto, que no es otro que el compromiso por hacer las cosas bien, amorosamente.
 

martes, 28 de abril de 2015

KATHRINE

Abro mi correo y me encuentro con esto:
Mi nombre es Kathrine, 31 años, de Alemania, donde he trabajado con jóvenes que hacen un año voluntario en profesiones relacionadas con la ecología. Mi trabajo implica organizar un programa de cinco semanas de seminarios en los que deben participar. También formo parte de un proyecto con un velero que navega por el Mar Báltico en Alemania ( www.lovis.de ). Lo utilizamos con propósitos educativos y con proyectos relacionados al tema ecológico y de los derechos humanos.
Estoy en camino a Suramérica donde quiero aprender más sobre temas ecológicos, comercio con bienes agrícolas (comercio justo) y la situación política.
Y así lo está haciendo. Zarpó desde Portugal en octubre pasado, cambió trabajo por comida en un velero turístico y luego de pasar por las Islas Vírgenes Británicas, Dominica, San Vicente, San Martin, Antigua y Granada llegó a Trinidad, para conocer el lugar donde su padre trabajó hace muchos años como ingeniero de puentes. De ahí cruzó a Guiria en una lancha y hace una semana llegó a mi casa por unos días.
Fuimos a la playa, visitamos haciendas de cacao y la fábrica de Chocolates Paria, cocinamos en familia, probó cuanta fruta encontró, conoció a Klaus Muller y sus proyectos, hablamos mucho y siguió viaje rumbo a Caracas, La Azulita, Barquisimeto y de ahí a Colombia, donde le dicen que es mucho mas seguro viajar, incluso pidiendo cola.
En su bitácora de viaje no figuran los aviones, de ser posible,  por lo mucho que contaminan, prefiere los vegetales a la carne, caminar y la bicicleta a los carros, integrarse a las rutinas caseras y ayudar en lo que puede, curiosa de todo.
Entre las muchas cosas que nos dejó de regalo está una grillita de palma a la que le pusimos su nombre y la certeza de que hay muchísimas personas en el mundo que hacen lo que piensan y dicen con convicción, que en las diferencias buscan los puntos en común, que se sienten responsables por lo que sucede y por lo que con sus acciones puede cambia. Gracias Kathrina.



lunes, 6 de abril de 2015

YARE

En enero de este año fui a la Gran Sabana. Hicimos las amigas la vuelta Arekuna, cinco días de caminatas y curiara, de tepuyes, silencio... y de yare. Domitila Sucre, en Salto El Hueso, nos regaló un potecito de kumachi, ese picante pemón insuperable que se hace con el líquido que se exprime de la yuca amarga (Manihot utilissima) cuando se hace casabe, y que solo la paciencia milenaria y el fuego logran convertir en una salsa oscura, untuosa, con toques dulces y ácidos al mismo tiempo que es el yare.




La base del kumachi es, como acabo de escribir, el yare, al que le agregan ajíes picantes, termitas, bachacos culones, pescaditos, según sea la temporada y la costumbre. Es un sabor que me seduce y que cuando combino con chocolate me llena de energía y alegría.
Para hacer el tumá, sopa del compartir del pueblo pemón, se utiliza igualmente yare, kumachi, ajíes, aurosá que es una hoja de sabor parecido a la espinaca y que crece cuando se preparan los conucos, cebolla, carne de cacería sea báquiro, venado, danto, lapa o de aves como el paují, la gallineta... o simplemente vegetales.
En la página eluma.blospot.com refieren que el tumá tiene como valor simbólico la unidad e integración entre familias y comunidades. Se come alrededor de la vasija en la que se cocina a leña.



En las islas del Caribe, el yare se embotella y se vende como Casareep. En Guyana lo pueden aliñar con canela y clavos y su uso mas frecuente es en un entre guiso y sancocho que se llama pepperpot cuya virtud, dicen, es que gracias al yare que actúa como preservante (o preservativo) puede permanecer mucho tiempo sin refrigerar, por siglos incluso, según una leyenda popular.

 Pepper pot de Granada con verduras (hojas de ocumo chino, ocumo, quimbombó, auyama y carne de res).
 Como para que lo pinte Warhol

Esta foto corresponde a una receta de Guyana que indica que se puede usar carne de res, cerdo o cordero.