lunes, 1 de octubre de 2012

LA REVOLUCION SENTIMENTAL

Suele sucederme que cuando voy revuelta por la vida, cuando lloro sin razón aparente, cuando ni siquiera un campari o un negroni me apaciguan, cuando duermo como una pereza y ando guindada de cualquier cosa como ella, llega de pronto EL libro que me debo leer. A veces son libros que compro en un impulso, otras libros que viven en mi casa desde hace rato y que por alguna sinrazón no logro entrarles. Pero cuando llegan, llegan oportunos.
Hace poco menos de un mes estuvo en casa un querido amigo periodista, Rafael Noboa, y traía consigo la emoción de este libro escrito por una colega que, como él, fue jefa de la oficina de la Agencia France Presse en Caracas, mi último empleo antes de mudarme a Oriente.
A Beatriz Lecumberri la conocí poco; un par de veces estuvo en cenas donde cociné, una vez la ví en una rueda de prensa de los corresponsales extranjeros con el presidente, la supe amiga de algunas amigas mías y poco más.
La Revolución Sentimental es un viaje periodístico por la Venezuela de Chávez, define la portada. Y me tomo la libertad de copiar parte del prólogo que escribe la periodista Cristina Marcano.
"Este peculiar diario de viaje combina tersamente diversos registros periodísticos. La entrevista de tono confesional como un ícono de heroicidad, traición, purga y venganza, que vive olvidado en una celda militar. La plática llana y sincera de una comprometida dirigente comunal chavista que refleja la cotidianidad de un barrio popular. El análisis crítico de un exguerrillero que se jugó el pellejo en los sesento y que no ve hoy ni la R de la revolución.
La propia experiencia de Lecumberri, su relato personal, sirve para dar cuenta de la dinámica siempre perversa entre el poder y la prensa, ese juego de intimidación-seducción con el que fue sorprendida a su llegada por un gobernante carismático que no logra disimular su incomodidad ante los periodistas insumisos..."
Beatriz, vasca de nacimiento, la mirada algo dura, reconoce que sólo cuando hizo las maletas para irse pudo entender lo que le atraía de Caracas, la gracia, el desparpajo, la generosidad latentes en su gente, y en su libro lamenta no haberle dedicado más tiempo a recorrer otros lugares de Venezuela. No es la primera vez que me dibujan un país que yo no había percibido tal cual, y agradezco profundamente esa mirada con distancia.
Aún no termino la primera parte, Patria. Me quedan tres más, Socialismo, Muerte, Venceremos, y estoy impaciente por llegar a cada una de ellas. Por reconocerme y diferenciarme.
Leyendo este libro redescubro la fuerte impronta que dejó en mi vida mi primaria en el Colegio San Pedro, dirigido por misioneras de cristo jesús que trabajaban en lugares remotos y vestían de uniforme para dar clases y de civil para salir. Recuerdo que una vez Rosa María Orofino me señaló mi profundo sentido religioso de la vida, yo que no practico religión alguna y creo respetar a todos los dioses.
El periodismo es para mí una extensión de esa vida de niña que siempre oyó hablar de fé, esperanza y caridad. Y de trabajo.
Siento todo esto en cada palabra que escribe la periodista Lecumberri.

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