jueves, 28 de febrero de 2013

Y NO ME FUI ...

Se me quedó el viaje al Bajo Delta en las ganas, porque me salió la cita del pasaporte y se enfermó Paulo, el perro de mi hija Fernanda y no había quien lo inyectara y todavía está malito. Pero Juan me regaló en el entretanto este cuadro tan yo, de Chuchuíto Salazar, pintor y saxofonista carupanero, y dice Serenella Rosas, mi triple colega, que somos ella y yo. Y entonces me escribió Soliria y me iré con ella y Fundación Tierra Viva a ver cómo colaboro en montar una ruta turística con unas comunidades warao, claro, en lo que se refiere a comiditas, y no será al Bajo Delta sino al otro lado que ya fui, pero igual me emociona la idea mucho muchísimo porque además será en abril, mi mes cumpleañero.
Mientras, me entretengo haciendo dulce de almendras de cacao pintonas, me vuelvo loca estandarizando las recetas del menú de boda de Ariannita y Fuco, y decido hacer un curso con el chef John Guerrero y sus productos de otro planeta a ver qué aprendo y cómo me divierto.
El mar de Paria está arisco, hay un viento que todo lo revuelve, y pese a mi resistencia inicial me leo el libro de la jueza Afiuni que escribió Francisco Olivares. Menos mal que antes me leí una novelita light de Laura Antillano, Si tú me miras, y releí El Cuaderno Rojo de Paul Auster, y Las Rayas, un libro de cuentos de Rodrigo Blanco Calderón, editado por Punto Cero, aprovechando que tuve que duplicar mi viaje a Cumaná a tramitar el pasaporte, porque fui ayer y la cita era hoy y tuve que repetir el camino pero no manejar porque ayer lo hizo Juan y hoy el señor Viñas, y yo, tan pancha, leyendo y mirando el mar de marrón inusitado y alborotado.
Compré huevas de bonita, arepas peladas, cachapas, ocumo chino, una auyama descomunal y unas guayabas que inundaron de perfume el carro, además de lechozas, sal de Araya y no recuerdo qué más.
Lástima que no estaba Milena en La Peña, con sus arepas rellenas de pulpo, de ensalada, de tortilla de huevos, plátanos y cazón o pepitonas, y de muchas cosas más. Me consoló la pura vista de las mujeres vendiendo lairenes cocinados, arroz con coco, besitos y conservas de coco; los puestos de vuelve a la vida con tantos caracoles... tornillos, pollitos, chaguacures, chiriguas, rompecolchón, gallitos, madreperlas, pipe e burro y más.

Dulce de almendras de cacao

Ingredientes
Maracas de cacao pintonas
Azúcar
paciencia

Se parten cuidadosamaente las maracas de cacao y se sacan las almendras o semillas de cacao. Se ponen en un recipiente y se cubre de azúcar, dejándolas reposar medio día.
Luego se ponen a cocinar a fuego lento, agregando un poco de agua. Cuando cambian de color, hacia rosado se para la cocción y de dejan enfriar. Se vuelven a poner a cocinar y así varias veces hasta que queden acarameladas. No doy cantidades porque por ahora sigue siendo un experimento delicioso y sin medida.
A mi me gusta chuparlas y luego morderlas. Me hace sentir felíz el contraste entre lo dulce de afuera y el leve amargor del mordisco. Amo las cosas amargas. Soy fan, entre otros sabores, del campari. Me quita la indecisión y cualquier asomo de depresión.

domingo, 24 de febrero de 2013

DESCUBIERTOS

Ayer pasé un largo rato leyendo cartas de amor que mi padre Jorge, nicaraguense de nacimiento y venezolano de reencauche y convicción, le escribió a Yolanda, mi madre, también nicaraguense, en el año 1952. Creo que para ese entonces ambos tenían unos cuatro años de haber llegado a Venezuela, cada quien por lados y razones diferentes.
Son unas cartas llenas de besos, de espérate que ya viene un nuevo encuentro, de respeto, de un humor que no le conocía a mi padre, pero, sobre todo, de los viajes de mi papá por Venezuela. De Caracas a Barquisimeto, a Valera, a San Cristobal... en cualquiera de esos lugares pude nacer yo, pero por alguna razón que ya no sabré fue en Caracas donde nací.
Se casaron en Maracaibo y los primeros años vivieron en San Cristobal, en una casita de una carreta tal, con muebles mandados a hacer, cocina, radio, y una cama Simmons con colchón Sweet Dreams.
Mi papá venía de Costa Rica, cuando llegó a Venezuela, y mi madre de Panamá, donde trabajó en un hospital en un pueblo llamado Las Tablitas. Fue enfermera muchos años, igual que la mayoría de sus hermanas, a las que fue trayendo de a una, igual que a mis abuelos y tíos hasta que los once que eran, abuelos incluídos, hicieron vida aquí.
Todo esto viene a colación por mi espíritu viajero, porque como conté algna vez, mi padre decía que me compraron en el mercado de Quinta Crespo. Es decir, viajes y mercados vienen en mis genes. Y por fin llego al cuento.
Esta semana acompañé a otros viajeros. Al equipo de Descubiertos, ver www.descubiertostv.com, si no saben de qué se trata.
Pasé dos días con Leopoldo Ponte, el padre y director, Karlos Ponte, cocinero, conductor e hijo, Sara, esposa danesa del cocinero, Freddy y Carlos, càmara y sonido, un equipo que durante un mes completo se viajará media Venezuela, hurgará en los mercados, descubrirá productos, recetas, técnicas, paisajes humanos y planteará las recetas creativas de Karlos.


En el puesto de Nelly y Moncho, en el mercado de Carúpano, tomé esta foto y nos caímos a arepas de pernil, tostaditas, la carne jugosa, con el frasco de picante campesino al lado y una de esas salsas en la que reina la mayonesa con algún verde y ajo. Qué pasión la nuestra por los menjunjes, por el pásame la salsita. Disfruté el asombro de Karlos ante la variedad de pescados y la generosidad de la gente que cuando ve una cámara baila, hace muecas, grita sus pareceres, reclama, regala frutas, comparte risas. Compramos lairenes, un hermoso pescado llamado doncella, pomalacas, espiguitas de culantro, cerezas extranjeras, quimbombó, papelón, pimienta de guinea, flores de cola de caballo, mapuey, morcillas, serruchos, jalea de mango.
Luego fuimos a Río Caribe a casa de Raiza Moccó a ver cómo su hija preparaba chorizos y pues sí, pese a la renuencia de Karlos y Leo, hubo de admitirse que son mejores los riocariberos. Probaron ponsigué, batido de pan del año, dulce de lechoza y ya se nos hacía tarde para regresar a Carúpano para encontrarnos con Ruth Milena Salcedo de Clavaud, del Restaurante El Fogón de la Petaca quien preparó el esperado Corbullón. Después fue otro día y el faje fue en mi casa para preparar la versión guireña del corbullón, que a punta de coco y caituco (onoto) se transformó en coguyón. Entre cortes y sudores, Karlos hizo sus propuestas, comimos de pie como suele sucedernos a los cocineros y a recoger que al día siguiente a las seis y cuarto salían para Guiria. Tres horas de viaje para una entrevista con Rosa Bosch y vuelta atrás para las tomas de apoyo.
Me encantó el ritmo de trabajo de ese equipo. Armónico, Karlos fajao y siempre tranquilo, atento a las pautas del director, asado bajo las luces de mi cocina tan calurosa pero como si nada, con ese entender de los tiempos que da la cocina. Leopoldo goloso, Carlos el sonidista con sus oídos que todo lo amplifican como parlantes, Sara leyendo, Freddy bailando con su cámara al ritmo del director. Todo un equipo buscando sabores, productos y técnicas, unas casi perdidas, otras vivas en la memoria festiva o en el paladar mental, como lo llama Karlos.
Me alegran la vida estos cocineros que buscan a qué sabe el país, como se expresa en cada región y que, sobre todo, dejan testimonio del amor profundo, del orgullo casi intacto que tenemos por lo que somos, así no nos demos cuenta hasta verlo en una pantalla.

jueves, 7 de febrero de 2013

¿QUE HACER CUANDO NO SE TIENEN FAVORITOS EN LA VIDA?

Ultimamente me han preguntado cuál es mi plato favorito, mi ingrediente, mi libro, mi película. Tengo un hijo mayor favorito, un hijo del medio favorito y mi hija más pequeña favorita y ya. Aparte de esta claridad filial mis favoritismos cambian como los zarcillos que me pongo. Siempre hay uno favorito, que deja de serlo.
Sin embargo, hoy, para cambiarle el ritmo a un día que pese al solazo que hay presiento abochornado, me he puesto a buscar casi que con desespero una receta favorita de Paria y zas, que la encontré.
En alguna entrada anterior de este blog hablé del calalú.
La foto anterior la tomé prestada del blog de mi triple colega y amiga Serenella Rosas Flunger, www.buenobonitoysabroso.blogspot.com, y el plato lo preparamos en el restaurante Amapola en Caracas hace un par de años.
Hoy, simplemente, copio la receta que aparece en 100 Y MAS RECETAS DE LA TRADICIONAL COCINA GUIREÑA, de Rosa Bosch Teriús y Rosa Pagés Anduze, dos señoras maravillosas que la vida me dió el privilegio de conocer.

CALALU
2 kilos de hojas tierneas, en su tallo, de dashin (ocumo chino)
1/2 kg de quimbombó o chimbombó
1/4 kg de ají dulce
2 cocos
3 cebollas grandes
6 granos de ajo
sal al gusto
pedacitos de jamón o camarones fritos o tocinetas fritas o costillitas guisadas

Se cortan los tallos de las hojas de dashin pero antes se limpian quitándoles la película que los envuelve, las hojas tiernas se pican también en pedacitos.
Se lleva al fuego la leche de coco con los aliños batiéndola constantemente hasta que hieva e inmediatamente se le agregan las hojas y los tallos del dashin, se revuelve bien con una cuchara de palo y cuando se cocine un poco se le agrega el chimbombó, que se limpia raspándolo; se pican en pedacitos y se agregan al cocido de las hojas de dashin revolviendo todo muy bien hasta que se mezcle.
Luego de un corto tiempo se le agregan los camarones sofritos previamente o costillitas guisadas, o jamón o tocineta frita.
Cuando todo esté bien cocido se baja del fuego.
Se le agrega sal y picante al gusto.
Se acompaña con bola de plátano.
NOTA Como en las ciudades no se consigue el dashin (ocumo chino), se usan hojas de espinacas.

El año pasado comí un calalú delicioso preparado por Karla Herrera en Ciudad Bolívar.
En Venezuela es típico de El Callao y de Guiria, y es un plato que recorre todo el Caribe hasta Nueva Orleans. A veces tipo sopa, todo molido, otras como acompañante.
Yo tengo mi versión propia y su foto es la que ilustra este blog.
Salud por Changó y buen apetito.