martes, 17 de septiembre de 2013

APENAS UN PICANTICO





Una imagen como esta es la que veo desde la ventana de mi cuarto, en el piso 26 del hotel The Prince en Kuala Lumpur. Es de noche y los primeros pisos, la torre tiene 88, me parecen fantasmagoricos, igualitos que en la foto que tome de Wikipedia. En algun momento gran parte de las luces se apagaran y quedaran como unos luceros titilando...luciernagas, quiebraplata como les decia mi papa.
Un guino de luz que he visto las tres ultimas noches pues el cuerpo aun reclama que le haya volteado el dia y la noche. Pero yo, que vivo en un pueblito enano donde la casa mas alta tiene tres pisos, me siento como en mi casa, como si esa visual fuera mi todos los dias y esta ciudad de tantos contrastes mi cotidianidad suprema.
Afortunadamente aun no comienzo a trabajar. He trajinado poco por la cocina cumpliendo con la parte que a muchos cocineros poco nos gusta pues tiene que ver con largas listas de ingredientes y estimaciones que ni el chef Donald Pezar, a cargo de estas cocinas, ni yo, pudimos hacer anticipadamente. Preparando un par de talleres en universidades, organizando los pasapalos de un agasajo.
Asi que he podido ir a los mercados,  desayunar y cenar en la calle, porque con el perdon de mis colegas, no hay comida que me guste mas en esta region del planeta que la callejera. La ataco sin miedo y con el lamento unico de estar sola pues no puedo pedir la docena de platos que me provocan. Estoy esperando con ansias encontrarme con mi hijo Rodrigo para compartir el trabajo y la mesa, previo pago del peaje que siempre me impone como es ir a los lugares mas bizarros a probar platillos que no forman parte de nuestro repertorio cultural. Como esta vez comenzaremos cocinando en Hanoi ya tengo compromiso de cenar serpiente y rata frita, capullos de gusano de seda, grillos rellenos y quien sabe que mas. Solo perritos me negare a comer. Tengo tres en casa y eso de comerme a sus congeneres es mucho con demasiado.
Ademas, aqui me provoca ser vegetariana todo el tiempo pues los vegetales aunque los cocinen siempre estan crujientes y coloridos y hay taaaanta gente comiendo en la calle que la rotacion es alta y todo se ve muy fresco.
Es una pena que no funcione el wi fi ahorita y no pueda bajar las fotos que tome en Jalan Alor, una calle del hambre  que queda muy cerca del hotel.
Llegue temprano y muerta de hambre y no se que me paso que termine comiendo con los ojos. Carritos llenos de mangos tailandeses, de durian que es una fruta deliciosa y apestosa que la comen con guantes, rambutanes, mangostinos, guanabanas a 40 dolares el kilo, asi como lo leen, pinas, cocos, todo tapadito, empacado, aunque este en plena calle.
En muchos carritos la gente trabaja con tapabocas, y los pinchos, pescados y mariscos estan enhielados. Sera que aprenderemos algun dia. Muy raro esto de escribir sin acentos.
Total que pase por cantidad de comederos chinos, algunos reino absoluto del colesterol con grandes trozos de tocineta, jamones fritos y variedad de chicharrones crujiendo bajo el cielo. Luego me toco una retahila de restaurancitos de cocina propia de Malasia, entreverados con otros de cocina tailandesa que ofrecian una especie de engrudo con carne de ranas como la cosa mas normalita del mundo. Me quede extasiada frente a los cangrejos y a unos camacutos que parecen el papa gigante de los que se consiguen por Clarines.
Pero no se que me paso que termine comiendo una ensaladita de mango verde apenas picante, que todavia me arde en el cielo de la boca y en la lengua. No quiero imaginar que me habria pasado si en vez de decir apenas picante le hubiera dicho al mesonero medio picante.
Pero asi me gusta, que me pique y repique, que me arda, que me revuelque los sentidos y que me rete. Igual que me sucede cuando veo a estas senoras con sus burkas impenetrables sentadas ante un plato de conchitas. No me atrevo a quedarme ahi viendolas y menos aun juzgandolas cuando se  tengan que llevar los jugosos bivalvitos a la boca a traves de las rendijas laterales de sus velos.
Me quedan dos dias y medio antes de salir hacia Hanoi. Ahi si que voy directo a la cocina para mostrar en el Melia de esa ciudad los sabores venezolanos. El 28 me devuelvo a Kuala Lumpur a armar hallacas y carabinas, corbullones y mandocas, a gozar con los vuelve a la vida, las arepas y el graten de cachapas, a poner el chocolate como el plato principal  de cada dia, a vermelas con sopotocientos platos para tratar de complacer le memoria afectiva de los venezolanos y latinoamericanos que por aqui viven.
Ahora me voy a dormir, a ver si se me acostumbra el cuerpo.



Les pongo una foto que baje de la pag. de trip advisor mientras logro bajar las mias.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta el tono poético de tus escritos junto a las historias que encierran. Qué bueno que por aquellos lados de la tierra estás dando a conocer nuestros sabores venezolanos y también te estás retando a probar los platos de allá.

Siempre es grato leerte.

Unknown dijo...

Me encantó tu crónica Tamara y toda esa experiencia que estás viviendo. Te felicito y me siento orgullosa de tu trayectoria por el mundo, llevando nuestros sabores más auténticos a otros paladares. Exito y que te acompañen los dioses amiga!
Abrazos
Yasmín

@freacos dijo...

Que bueno que se acordo de llevar las mandocas zulianas a Kuala Lumpur, èxitos.