jueves, 26 de septiembre de 2013

Ha Noi desde la cocina


Hay barreras, ciertamente, y el idioma es una... pero se diluye rapidito a punto de sabores. Con un dibujito y una sonrisa casiiiiii que se arregla todo. Y si no se compone, pues la alegria de estar con el hijo, Rodrigo en este caso, que viene de Australia a cocinar conmigo, remienda cualquier entuerto.
Ayer me di cuenta que en dos dias, casi tres, solo me entere que llovio por una gotera en la cocina. Algun lugar de China se vino abajo, el mundo se sacudio con la explosion en Nairobi y apenas nos enteramos pues estabamos en esta historia de hacer arepas y cachapas, aguita de sapo y calalu, asado negro y chocolate, tostones y casabitos con reina pepia, todo a lo que uno apela con tal  de traerles la casa a los latinos, porque cuando uno cocina en estas latitudes, mas que venezolano uno cocina para calentarle el alma a Latinoamerica de punta punta, y asi lo sentimos con los salvadorenos, mexicanos, colombianos, nicaraguenses, uruguayos, brasilenos, y hasta decir que los africanos y los propios asiaticos que en nuestros sabores reconocen, quiza sin saberlo, la herencia plural que nos dejaron. Y si,,,hasta los italianos amigos del embajador por estos lares, Jorge Rondon y su esposa Iraida que nos han hecho sentir en casa. Y es que cuando uno esta a 17.000 kms de distancia, para no hablar de los dolares, cualquier gesto nos cercanos rapidito. Agradezco a la vida que mis viajes de cocinera siempre me han hecho encontrar gente que ama su pais incondicionalmente, que muestran lo mejor que somos, que llevan palabras de hermandad y orgullo por lo que cada quien ha vivido.
Entre el jet lag y el paso por Kuala Lumpur para dejar encaminada la presentacion de la 8va Semana de Venezuela en Malasia, la verdad es que llegue a Ha Noi mamada. No hay otra palabra. Rodrigo llego y nos fuimos directo a la cocina pero la tarde nos regalo una pateada de calle fabulosa, cenamos en las mil y una calles del hambre que son esta ciudad de 4 o 5 millones de habitantes donde no hay cola pero si un verdor entre lagos que a uno lo maravilla, aparte del escenario, por el solo hecho de estar tan pero tan lejos y haber llegado.
No se ni que contar. Definitivamente hay un tema con la barrera del idioma. Pese a los anos de presencia francesa, pocas de las personas que hemos encontrado hablan frances y mas bien machucan el ingles. Claro, no fuimos, ni iremos a Saigon, ahora Ho CHi Min, pero si nos escaparemos a Halong Bay, al decir, una de las maravillas naturales del mundo.
Rodrigo quiere comer perrito y yo me acuerdo de los mios y digo nanay nanay. Mono ni de vaina, se me arruga el alma, y rata menos porque las comen tanto que seguro que ya no son de campo sino de canerias, aunque debo decir que en el Melia Hanoi, donde cocinamos, no hay NI UNA mosca. Ni una chiripa visible. Solo humedad y calor.
Las vietnamitas son preciosas y menuditas. Uno se va a comprar una camisita y la talla XXl le queda chica. Pero los panuelos de seda son tan divinos como esta comida de calle delicada, que se hace y se come como a 50 cms del piso, en unos banquitos, encuclillao pues.
Me mato un sanduichito de pan crujiete y algo asi como distintos tipos de pates, pepino y tomatito picado. Los fideos de todo tipo, los rollitos delgadisimos de papel de arroz, el hierbero con lo que se come todo. Y soprende el dulzor. Al menos en Hanoi. Picante y dulce todo.
Luego seguire, la cama llama.

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