martes, 31 de mayo de 2011

LAURUS

Suceden cosas. Uno las sueña, ordena los dìas, planifica los detalles y suceden. Con imprevistos, con fiebres, con sustos, con alegrìas. Asì transcurriò mi semana pasada en Caracas. Martes cena aniversario de la Academia Venezolana de Gastronomìa en Mokambo, con la chef Ana Belén Mayerstor, tenedor de oro 2010 como anfitriona, y en los platos principales, Florencia Tovar en el postre y yo en el abreboca y la entrada. Tiempo sin que un martes se me hiciera tan cuesta arriba, temblando de fiebre y escalofrìos, arcadas, y un equipo maravilloso que hizo que todo funcionara menos mi cuerpo.
Pero sobrevivì y asì y todo disfrutè el maravilloso postre de Florencia. Una mouse cìtrica rellana de un cremoso de chocolate Canoabo de Chocolates San José que tenìa alitas de lichee y naranja y que, como Parìs, bien valìa una misa.
Logrè arrastrarme en los dìas hasta el taller y el almuerzo del Cega,siempre una hermosa experiencia,  y ya diagnosticada y con tratamiento lleguè al Instituto Culinario Laurus de Valencia, que dirige Mamazory, Zoradia Barrios, y que asesora Rafael Cartay.
Fue mi sanaciòn. Tanto cariño, tanto detalle, alumnos diligentes, cocineros entregados y lo principal, un proyecto de cocina venezolana que es un proyecto de vidas, asì, en plural, pues son obvios los compromisos de todos los que ahì estàn. Porque debo admitir, no sè si les pasa a Uds., que hay dìas, semanas, en las que el paìs se le hace a uno a cuadritos y yo no se si creer o no creer pero le digo un no rotundo al desaliento y a la desesperanza. Y mi viaje a Valencia fue un frasco completo de antìdoto a ambas cosas.
Somos muchísimos trabajando con entusiasmo para escribir otras pàginas, asì en plural, de la cocina regional, de la suma que hace la gastronomìa venezolana.
Hablar con Cartay fue una dicha. Compartir con los talleristas, cocineros de alma como yo, unos mas pichones que otros, fue un privilegio.
La pasiòn de Mamazory y su familia entregada al proyecto, una enseñanaza. Mi esposito Juan respaldàndome una dicha total.
Hicimos trufitas de morcilla y chocolate, vuelve a la vida de caracoles, coguyòn, calalù, cerdito con pimienta de Guinea y chocolate, y el postre, una alucinaciòn pop de rojo rosado rabioso. La visita al mercado chino de Valencia, un bonus track con anguilas vivas y pollos negros. El regreso, un cuadro de valles y montañas de estos que nos regala nuestra geografìa maravillosa, la fìsica, y la humana palpitante.
Si todos mis fines de semana fueran asì, crecerìa hasta el infinito y soñarìa mejor cada vez el camino que me labro a punta de kilometraje y fuego.
Tenemos un país para creer, para hacer. Gracias Laurus.

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