sábado, 29 de noviembre de 2008

Destino Ron de Venezuela




Hace años conocí un periodista británico llamado Clive Bashleigh. Espero que mi memoria no traicione la arquitectura de su nombre ni su nacionalidad. Lo recuerdo elegante, de bigotes tan finos como sus modales. Fue un experto en petróleo y en whisky que nunca pudo entender el rechazo de los sindicalistas petroleros por el Johnny Walker etiqueta roja ni esa manía de arruinar el escocés a punta de hielo de dudosa procedencia y menos aún de agua de coco, leche o cocacola.
En todo caso prefiero pensar que fue su talento para reconocer la calidad lo que guió su gusto hacia el ron venezolano, del cual fue gran catador.
Luego otro amigo, Humberto Márquez, presidente vitalicio del Club del Ron y de los Fumadores, nos invitó a compartir su orgullo por el Ron 1796 de Santa Teresa mientras nos leía poema tras poema hasta que la madrugada, trasnochadísima ella, se iba a dormir.
Cuando Juan y yo nos mudamos a Paria una de nuestras referencias locales fue ron El Muco, que Juan compartió con su amigo del alma, Victor Mandujano, en sus pininos en el periodismo y yo con mis compañeros de la facultad de Ciencias, entre ellos uno al que llamábamos el cumanés.
Descubrimos desde entonces que si a algunos nos hicieron de costillas, barro o polvo, a los orientales los hicieron de caña dulce. Basta probar cómo endulzan el mondongo, las morcillas, el café, o conocer de la pericia de sus destiladores que hicieron de la tafia caribeña un producto excepcional.
No es casual entonces que el primer ron de Venezuela se destilara y añejara precisamente en Carúpano, aunque en un trabajo que leí de una colega se afirma que fue el conde Tovar y Tovar el primer destilador de la bebida en Venezuela, en los valles de Aragua, hacia 1796.
En todo caso, el historiador Carlos Viso dibuja con sus palabras la presencia del ron en la región histórica pariana, desde tiempos de piratas y bucaneros hasta la implantación de la influencia corsa en la economía local, en un hermoso libro que tituló La Epopeya del Ron de Carúpano, publicado por la familia Morrison de Destilería Carúpano.
Carúpano es la puerta de Paria y del Caribe venezolano. El Caribe es una región que ha contribuido de muchas maneras a la cultura universal; no solo con sus escritores, los sones y el guaguancó sino también con el ron.
El ron aparece en el siglo XVII en lugares como Jamaica, Haití y Cuba; aunque la primera referencia es de 1650 en Barbados. Se define técnicamente como una bebida destilada procedente de la fermentación de la melaza de la caña de azúcar (Saccharum officinarum), originaria de Asia.
Cultura Internet de por medio, lo primero es exprimir la caña para sacarle el jugo y la melaza. Fermentación y destilación dan paso al alcohol que rebajado con agua destilada y en algunos casos coloreado con caramelina se convertirá una vez envejecido en ron.
En Venezuela la ley exige un añejamiento mínimo de dos años en barricas de roble para que la bebida se llame así.
Lo que antaño fue trabajo de esclavos, quienes, aunque trabajasen con la caña de azúcar, de vida dulce nada, hoy tiene en Venezuela denominación de origen y busca reconocimiento por su calidad.
Se cuenta que el pirata Francis Drake mató el aburrimiento con tragos de 'tafia' hasta que se diò cuenta de que no sólo había que bebérsela sino que llevarla de un sitio a otro podía ser un negocio lucrativo. Así, los piratas se convirtieron en sus principales comerciantes... no se limitaron a extenderlo por todo el Caribe sino que exportaron a Europa y América.
Ya no nos contentamos con llevar fuera lo mejor. Lo queremos aquí. Igual que buscamos hacer chocolates con nuestro aromático cacao queremos compartir el placer de degustar nuestro mejor ron. Es tiempo de que la excelencia y la calidad de vida sean para nosotros y que nos demos cuenta.


Publicado en Paladares, Arte Gastronómico

Son tus perfúmenes



Hoy fui al mercado tempranito. En el negocio de Marcolina me tomé un jugo de jobito y desayuné una arepa con guiso de raya que estaba suculenta y muy perfumada de ají dulce. La última vez que había comido aquí no registré como hoy el perfume del ají dulce, o misterioso, como le dicen en el Zulia, ni la cosquilla que da en la nariz el olor del jobito, tan diferente al de la ciruelita amarilla aunque las frutas se parezcan.
Unas semanas fuera de mi cotidianidad renovaron el juego sabor-olor que se desata cada vez que me planto frente a un plato, que paso cerca de la cocina o que imagino algo que quisiera comer nuevamente.
El tenue perfume de la pomalaca, el escandaloso olor de la guayaba…. la embriaguez de una sarrapia y esa cosa tan de lavanda que tiene la pimienta de guinea.
El dulzor de la caña de azúcar y el olor del pescado fresco nos alimentan a diario. El olor del cacao cuando se fermenta nos hace preguntarnos cómo se convierte después en delicioso chocolate y por qué para tantos el amargo no es un sabor que quieran cerca cuando es tan fascinante.
Los chivitos orientales huelen diferente a los de Paraguaná y es por eso que más allá de la receta que hagamos, un tarkary de por aquí no tiene nada que ver con el de allá.
La cercanía al mar le da un bouquet particular al ron carupanero… mi cuerpo huele diferente según lo que coma y dónde esté.
Descubro frutas nuevas y el placer de imaginarlas arropando un pato, compartiendo la olla con un cochinito criado en el campo, poniendo en las mesas de la gente para la que cocino todos esos productos que no llegan a los grandes mercados sino que reinan, en temporada, en los mercados pùblicos locales. No hay un supermercado, digo a modo de ejemplo, que pueda competir con el mercado de Carúpano, a donde llegan hierbas, pócimas, carnes y pescados requetefrescos y todo lo que crece y se crìa en los patios campesinos.
Olores y aromas que son parte de nuestro patrimonio único e intangible. Son nuestra historia e invaden nuestra memoria para que recordemos siempre dónde estamos, de dónde venimos y hacia dónde podemos ir.

Publicado en Paladares, Arte Gastronómico.

lunes, 24 de noviembre de 2008

OFICIOS COMPARTIDOS


Serenella Rosas y yo compartimos oficio. Somos cocineras y periodistas que tratamos ingredientes y palabras, con infinito cuidado. Nunca nos vimos en la escuela de periodismo de la UCV pero nos hemos cruzado varias veces en la vida y en los amigos. Hace años ella tuvo su programa de radio y yo el mío, mejor decir el nuestro pues lo hacía con mi compañero Juan Sará, en Jazz 95.5 FM...ahí cerquita de La Paninoteka de María Fernanda antes de que esa otra amiga hiciera los mil inventos que ha hecho.
Cuando voy a Caracas invito a mi hijo Andrés a comer en La Factoría del Enano porque estoy segura que conseguiremos una opción de vegetales o pescado que a él le guste, que habrá mi ensalada favorita con queso de cabra, un cuento, un plato nuevo, un plan, un vino y un ratito de sobremesa, aunque sea jueves al mediodía y no haya mas cocinera que la propia Serenella u otro mesonero que su querido José.
Nunca le pregunté cómo llegó del periodismo al restaurante pero tampoco importa. De esta pareja felíz me encanta su oficio, la dignidad con que lo hacen, las compras en Coche o Quinta Crespo, el sabor nítido de los platos que cuentan con texturas y colores la vida de una familia.
El papá de Serenella, el poeta Jesús Rosas Marcano, era margariteño. Su mamá, de orígen alemán. Y ella salió entonces como que de un escándalo silencioso. Fíjense en la foto y se darán cuenta. De la familia del enano no sé nada y el otro día en el SIG ni siquiera lo reconocí porque se cambió algo en la cabeza que no supe detectar sino horas después.
Es muy cómica la manera como se nos entreveran los amigos, como estamos lejos y cerca al mismo tiempo.

Los jueves en la Factoría son noches de humor a las que nunca he ido pero las imagino tan sabrosas como el dulce de tomate de árbol de mi amiga Serenella.
La Factoría está antes de que comience la avenida Caurimare en Bello Monte, detrás de la alcaldía de Baruta, si no la han mudado.
Ahora trataré de montar la foto de Serenella y José. Estoy fiebrúa con el blog y pendiente de los resultados electorales en los 15 municipios de Sucre.

domingo, 23 de noviembre de 2008

QUIEN NO VOTA, REBOTA

Sucumbimos a internet. Pese a tener servicio dialog, que es como cocinar en una gran olla en un reverbero estrechito, intentaremos entrar en la red tan a menudo como podamos, sobre todo por aquello de que escribir es un oficio de nalgas, igual que cocinar un ajetreo del día a día.
Del plural al singular irá mi escritura, que seguramente recogerá impresiones y reflexiones colectivas.
No es casual entrar en la red un día de elecciones. Yo no elegí ser cocinera... se fue dando de modo natural en mi vida. Pero quiero pensar que elijo alcalde, legisladores y gobernador para Sucre, este estado de gracia en el que vivo.
Tras votar estaremos en nuestra emisora de radio, atentísimos a lo que suceda; luego buscaremos a las amigas y los amigos para comer lo que cada quien traiga y esperar con esperanza.
En muchas casas del municipio Arismendi hoy se comerá más, no sé si mejor. La semana entera fue un traficar interminable de cavas con pollo, bolívares fuertes para compensar las opciones que se sentían muy débiles. Dicen que a veces hay que retroceder para avanzar pero no estoy tan segura.
Para quienes mañana pudieran amanecer con tremenda resaca recomendamos una sopita natural con muchas legumbres verdes y zanahorias. De curas para las resacas del alma sabemos poco pero dicen que el chocolate ayuda. Y si es de Paria, mejor, jaja.