martes, 18 de diciembre de 2012

FUEGOS CRUZADOS

Una nota para agradecerle mis hijos Rodrigo, Andrés, Fernanda y sus compañeras, su honestidad, y para disculparme de mis inconsistencias. Una nota de amor para quien no nombre  y lo resienta.

Tengo mucho que agradecer a la cocina este año. Un viaje a ver nacer a Diego Andrés, mi segundo nieto en Australia, a mi nieta Arianna, a mis hijos Rodrigo y Gusa, otro maravilloso festival de cocina venezolana en Indonesia  y su contraparte en Venezuela, con la colaboración de la embajada de ese país y el impulso de mis amigos de Amapola. Amo cocinar en ese lugar. De Irina Pedrozo admiro su impecable cocina, su gente, su manera de hacer con los ingredientes un menú que habla del país. Eso me importa. No es que otros no lo hagan, hablo por lo que he compartido. Gracias a Alejandro Damián y su equipo de 360 que me recuerda mi amor irrestricto por mi bella ciudad.
Al sureste asiático llegué por otro amigo, Manuel Guzmán, embajador de Venezuela en Malasia, pocos como él en su honestidad intelectual, esfuerzo y compromiso, A Naty, Luisa, Mirna, Marilú. Que no me hablen del tema político con gente impecable.
Es complicado nombrar, pero imposible no hacerlo con Juvenal Camero y el casabe de Yekuana que siempre me acompaña, como una vez lo hizo Casabe Gourmet en tiempos de Inés María Peña...casabe venezolano que es lo que importa, y cómo gusta fuera. O a Chocolates El Rey.
Armense de valor para seguir leyendo mis gracias... a Destilería Carúpano y ese Solera Aniversario, al ron Oro, y sobre todo a la gente que hace que tal sabor sea posible. Sueño con que armemos un museo en Carúpano en Macarapana, para dejar un registro más visible aún de la calidad de lo que se puede hacer con nuestro saber y hacer. A Chocolates San José y su empeño por hacer conocer nuestros sabores criollos con tanta calidad y familia.
A Chocolates Carúpano de Chacaracual.
En cada viaje de alguna manera también me acompañaron este año María Fernanda Di Giaccobe y su generosidad sin tregua, igual a la de la gente de Kakao, la catara y las hormigas o bachacos de Nelson Méndez, mi familia, Magaly Salazar que cuida a mi madre y a mi hermana, y sobre todo a mi espléndido marido, Juan Sará, que es cocinero anónimo e insigne que aprendió a contestarme, oído, o sí chef.
Guayana Gastronómica y el Instituto Culinario Cuisinart, son el mejor festival gastronómico que he visto,  otras gracias. Admiro el compromiso honesto de Gessler Delgado, de su familia, de la adquirida, que son todos en su escuela.
Mi año no hubiera sido el mismo sin mi amiga Yelitza Acosta y mi hermano Rafael en Maturín. Yeli es lo que llamo una mujer íntegra, igual que Zoraida Barrios, Mamazory, en el Instituto Laurus en Valencia. Son seres excepcionales con los que me comunico incluso en el silencio.
A Hugo Madriz le agradezco su profesionalismo, sus retos, la confianza. A los estudiantes y cocineros que se enamoraron de nuestros sabores haciéndolos.
A Valentina Quintero su amor y honestidad incorruptibles, su casa, su familia, su compromiso de país y de tarbesianas que comparto. A Arianna Arteaga, que es parte importante de mi familia, a Fuco que la comparte, y no importa la redundacia, con nosotros,  generosamente.
Realmente la lista es larga, mi hermana Serenella Rosas, a la que quiero de más, a Ilena Matos, Vanessa Rolfini, a todas mis colegas periodistas. Pero qué horror si la lista es larguísima así que mejor intercalo, si es que puedo, algo que me distancie racionalmente de tantos afectos.
Me siento parte de una cocina de productos, de patrimonio, de gente, que está creciendo pero no me siento satisfecha.
La cocina regional sigue sin tener espacios. Más que antes, pero espacios insuficientes. Y creo que eso se debe a que, disculpas Sumito por su voz de peso indiscutible para mí, disculpas Venezuela Gastronómica, sigue siendo un espacio pero no un proyecto de país donde estemos todos los que hacemos, y que quede claro que entiendo que todos puede que no quepamos en el mismo lugar, pero creo fervientemente en un espacio en el que todos los existentes se unan de veras para hacer de muchas partes una, como fue en el día de mercado2 ... pero faltan espacios. Ah...si, eso lo sabemos todos... pero. Si uno no va a Caracas y cocina ahí, es como que no existiera, digo, en la permanencia. En estos días escuché una entrevista de Sumito Con Sasha Correa, donde se habló de conceptos, de invertir en abrirse espacios. Ajá, los de aprendizaje sí...pero, y que me disculpe también el profesor Rafael Cartay con quien he conversado sobre el tema y sé su parecer... cómo es que yo, por ejemplo, para no comprometer a nadie más, aparecí en una grilla de programación del Salón Internacional de Gastronomía, sin que me preguntaran si podía ir y cómo? Creo que algunos amigos periodistas, sobre todo de TV, entenderán, que esto de que te están viendo cientos, miles, millones de personas no paga las cuentas. Es decir, todos invertimos en nuestro hacer, y el mío es en mi comunidad. No regateo precios, busco con desenfreno la cooperativa, el señor, con más ahínco quizá a las señoras, la gente orgullosa de su trabajo que pocos pagan y que yo quiero mostrar y ese es nuestro empeño.
No me siento satisfecha con el compromiso de muchas empresas en el área alimentaria. No me gusta que a la gente común, como yo quizá, el menú que les satisfaga siendo parrilla mar y tierra, pasta y pizza. No entiendo que todo cueste tanto, no entiendo que los productores sigan tan anónimos, no entiendo que paguemos lo que sea por una trufa y nos parezca caro para nuestro menú un maravilloso producto nacional. No entiendo tampoco los pocos espacios, pese al empeño reporteril, en los medios de comunicación nacionales para las buenas noticias, las de la cocina y la de otros espacios. Bueno, no entiendo nada, ni siquiera que mis argumentos además de emotivos puedan expresar la racionalidad que me abruma. Y agradezco desde mi espíritu periodístico a las redes, a la gente que vibra en ellas de buena ley, su empeño por comunicar cada vez mejor.
Tampoco entiendo a la gente que me invita a festivales y luego, quizá por razones obvias, no los realiza y no me llama para decir que no pudieron ser, cosa de la más elemental educación.
No entiendo que la alcaldía de Arismendi, la mía, pretenda que no existo, ni la gobernación de Sucre después de tantos años de empeño. No entiendo que mi amiga Cosmelina Sucre, y su mano generosa, estén a punto de cerrar sus Manos Benditas. No entiendo que los restaurantes venezolanos en el exterior solo hagan arepas y cachapas. Y me disculpan.
Tampoco entiendo que los estudiantes de cocina prefieran hacer un taller de sushi o lo que sea y no uno para aprender a manejar los pescados de río o se enorgullezcan del pescado salado o del sancocho de guaraguara. O que si o hacen, como me consta, sólo consigan trabajo para hacer un menú entre comillas, internacional. No entiendo por qué Helena Ibarra no tiene más espacios en los medios o que el empeño de Ocarina Castillo no trascienda aún más la UCV. Definitivamente, no entiendo nada.
Agradezco la visita de Juan Carlos Bruzual y su equipo fantástico, su interés por lo que en Paria hay. Agradezco el festival regional de la Fundación Bigott en el mercado de Chacao, los días de mercado de Venezuela Gastronómica y su explorar el país, agradezco a los Pestana en Las Mercedes que aunque les digan la joyería venden con orgullo lo que en Paria y en otros lugares, con esfuerzo se produce, con igual orgullo que Jean Paul Coupal en DOC, que tiene la mejor mesa de quesos y un empeño irreductible por el producto nacional. Es de respetar.
Me alegra la vida llevarle choricitos o morcillas al CEGA, a Don Armando Scanonne que siempre me regaña, a don Luis Troconis, a quien admiro en su ecuanimidad y en su gusto, como muchos de los antes mencionados, por los caracoles, el mapuey, los lairenes... el producto de temporada que hace país.
Me quedo con más ganas de Pochos Garceses, de Lalas Contessis, de Bettys Croquer, de gente que como yo, apuesta a un país generosamente.
Me quedo furiosa de que no seamos más amplios, más inclusivos, más orgullosos de lo que somos, más claros con las cuentas, con los debes y haberes.
Me quedo furiosa de no ser más conceptual, pero así soy yo, banal y profunda, emotiva y conflictiva, orgullosa y humilde, ansiosa, naturalista, clase media con lo peor y lo mejor, agradecida de la vida, indignada, laboriosa, olvidadiza. Admiradora deEdgardo Morales, de Leandro Mora, de todos los cocineros maracuchos, de los andinos, de los guaros, de tantos que no nombro que alimentan mi día a día de contradicciones.

martes, 11 de diciembre de 2012

LA TORTA DE NAVIDAD

Tengo tantos pendientes que voy a comenzar por el sabor último: el de la torta de navidad de Nora Herrera, y sus dulces, en Ciudad Bolívar. Ya sé que dicen que no es elegante hablar de la edad de las mujeres. Para mí que son prejuicios de antes. Nora, estoy segura, se siente orgullosa de la vitalidad de sus 77 años, de la precisión de sabor y aspecto que tienen sus mazapanes de merey, de la delicadeza de sus delicadas, nunca mejor redundancia,  y del punto único de sus mereyes pasados.

Los bocaditos de guayaba parecen el beso de un ángel y no sé que cítricos usa además del limón filipino que la fragancia aún aletea en mi boca.