sábado, 28 de abril de 2012

ABRIL EN YAKARTA

En un abril vine hace unos años por primera vez al sureste asiático por invitación de Manuel Guzmán, embajador de Venezuela en Malasia y Tailandia, y además amigo del alma gracias a nuestro siempre querido Pedro Chacín. En un abril nací y, parafraseando a Kira Kariakín, otra amiga con la que me une el amor por la palabra y su gusto por Yakarta, en abriles distintos me pasaron muchas cosas. Me casé por primera y por segunda vez, me embaracé de Rodrigo, mi hijo mayor favorito, decidí divorciarme de un marido, en un abril comencé a vivir para siempre con Juan Sará. Y en un abril le tocaba nacer a mi primera nieta, Arianna Margarita, o Arianna Candelita, como yo le digo, pero por eso mismo de candela ella decidió adelantarse y nació en marzo y no el día de mi cumpleaños. Este último abril celebré llegar en Australia a los 56 casi que lúcida y sana, con Rodrigo, Gusa y Ari, y mi segundo nieto, Diego Andrés, que tampoco nació en abril sino en marzo pero felíz igual. En abril me despedí de ellos que viven tan lejos y no sé cuándo los volveré a ver. En abril  Gusa, recibió su PHD y lo celebré por anticipado cada día del mes cocinándoles y queriéndoles. Siempre abril...siempre esperando como la canción de Silvio Rodríguez. No es que los otros meses no tenga cosas que celebrar... o lamentar, pero abril, es definitivamente un mes especial. Si tuviera la memoria de mi marido, seguramente descubriría cantidad de otros abriles que han sido maravillosos para mí. Una pausa. Hay que bajar a la cocina y revisar el menú de este mi último sábado de abril en Yakarta. Regresé, todo perfecto. Y sigo en abril con nostalgia de mis otros dos hijos favoritos, Andrés y Fernanda, que aunque nacieron en octubre y febrero, han estado conmigo muchos abriles. Mañana, último domingo deeste  abril, también será el fin de este festival de cocina venezolana en Yakarta. No podrían creer cuántos platos comunes tenemos, aunque cambie un poco la sazón... los platanitos dulces, las paledonias, la sopa de rabo, las patas de grillo, el tarkarí, la pasión por las fritangas es tal que los indonesios parecen maracuchos. Pero la estrella ha sido mi salsa de chocolate y catara, con las hormiguitas limón que me regaló Nelson Méndez. Le pongo también un poco de demiglass y salsa hoisin y la gente delira... no se si por el chocolate, por las hormigas, o por los cuentos que les echo, pero para mí...felicidad total. Tanta como que casi todos los cocineros hayan aprendido a hacer arepas y cachapas...el pastel de chucho les encanta y los casabitos se parece a unas tostaditas fritas de fécula de yuca que aquí se llaman krupuks. Hay indonesios que parecen pemones o guajiros o los pemones y guajiros se parecen a los indonesios, que seguramente es lo más probable. La cocina nos permite descubrir todos estos encuentros. Los venezolanos han delirado consiguiendo los sabores de sus casas y hay que decir que aquí hay bastantes...unos ingenieros, otros trabajando en finanzas, unos fotógrafos fantásticos y hasta un espía venezolano conocí...lo juro. Aunque son musulmanes no hay quien no haya caído bajo el influjo del ron de Carúpano... creo que casi convenzo al chef ejecutivo, un suizo fuera de lo común con un humor que parece venezolano, que los chocolates, de Haciendo San José son mejores que los belgas y los suizos. En fin...sigue siendo abril.


jueves, 19 de abril de 2012

DILEMAS


María Carolina y Nacho, padres de Andrea, una venezolana amiga de mis hijos en Perth, contaban en una parrillita que compartimos el domingo, cómo su único nieto descubrió el significado de la palabra dilema. Mis 56 años que cumplo hoy no son un dilema, pero salir de Australia mañana sin saber cuándo volveré a ver a la familia me pone en el dilema de querer estar aquí y allá. Porque estos viajes esporádicos, estos encuentros que proponen por partes iguales mi empeño y mi suerte, no tienen la consistencia que quisiera en mi hacer de abuela de Arianna Candelita y Diego Andrés.
No es un dilema para nada poner en el mismo plato de postre un tiramisú con cafecito venezolano que hicimos ayer, y un majarete cocinado con harina de maíz surafricana, y saborearlo con un sauvignon blanc neozelandés.
Le echo coco a la cosa y me doy cuenta que mis dilemas no suelen ser morales, ni políticos, y que culinariamente se me plantean mas dudas que dilemas... pero en el tema de los afectos zuasss... caigo en los dilemas, sobre todo con mis hijos queridísimos.
Ya quiero que el día termine, montarme en el avión e irme de una vez por todas a mi cocina en Yakarta. Y quiero también regresar el tiempo y que sea 6 de marzo y estar aún el avión que me trajo de Bali a Perth. Me quedaron mil cosas por hacer. Recojo las facturas para la rendición de cuentas a Cadivi y me da risa ver cómo hicimos un viaje culinario por el mundo con los productos que compramos y  que luego cocinamos. Saboreo de nuevo cada copa de vino, las uvas, las castañas, los kiwis y la variedad de peras y manzanas. Me huele todo a niños y a cordero, a eucalipto y a río.
Pienso en que ahora que me voy es cuando estoy logrando que Diego se duerma conmigo. Recuerdo las arepas de esta mañana, hechas con una harina de maíz de EE.UU. muy muy suave ella y con la que a Gabriela le quedaron estupendas unas tortillas. A Arianna las arepas le gustan crudas.
Evoco las pizzas que Ro trajo a casa cada sábado al terminar su semana de trabajo, las huellas del horno de leña en sus brazos. Siento el calor de Ari en mi cama, a la que se ha trepado en los últimos días para despertarme y repetirme la primera palabra que le enseñè...àrbol.
Dejaré de ver la Cruz del Sur por las noches y de oir los cuervos y los ravens todo el día, con su lloriqueo de niños malcriados. No mas excursiones a la tienda de Kakulas sisters a oler todas las especias del mundo y casi morir de gusto ante el dilema del día...cuáles quesos compraremos hoy. Me diò la bienvenida el río, me despidió el río.

domingo, 8 de abril de 2012

VINOS Y FAMILIA

No sé casi nada sobre los vinos australianos, aparte de que usan sulfitos como conservantes, y que las etiquetas dejan claro que puede haber trazas de huevo o de lácteos, que creo que usan para decantarlos. Parece que eso sucede en muchas partes pero no en todas lo dejan claro.
Mañana salimos de campamento con el nieto Diego Andrés, que acaba de cumplir un mes, y con Arianna de dos. Ya los peroles están en la maleta del carro y conseguimos un campamento que es dog friendly, como dicen por aquí, así que Luna, la perra, va conosotros también. Buscando dónde llegar veo que otros campamentos dicen gay friendly, cero rollos pues con los homosexuales, pero esto de que lo dejen explícito, como es también con el caso de los perros, me deja un cierto vacío en el alma. Tolerancia etiquetada, pero tolerancia después de todo.
Hoy pasé parte de la tarde con Anna, una señora que nació en Hungría pero ahora su pueblo es de Austria o al revés, salí con ella a Fremantle, una pequeña ciudad o suburbio pegado a Perth lleno de cafés, tienditas y donde se erigió la primera prisión local, una especie de pequeña fortaleza redonda donde confinaban a los criminales, fuera por matar cerdos, ser lunáticos, ladrones o asesinos. La comunidad impidió su demolición total y hoy es una atracción turística.
Tuve mi primera tarde de pub y no me dejaron salir con mi cerveza ale a la calle. Sé que los australianos beben mucho pero si uno va por la calle de día parece que no lo hicieran. La mayoría de la gente cumple las normas... y aunque el resto se emborrache, el conductor designado apenas se toma una cervecita por hora, o un vino con la comida, para que en caso de que te paren no le caiga la ley encima, con penas que van desde una multa hasta la suspensión de la licencia o o la cárcel. Hay cientos de parques, y en todos te definen si puedes ir con el perro o no, si lo puedes llevar con correa o suelto, igual con las playas y yo, tan latinoamericana, me sorprendo con las reglas, trato de cumplirlas y al final no me pesan pues veo una comunidad que de alguna manera funciona. No todo es perfecto, cada tanto alguien suelta un fuck off, pero hay cierto respeto que permite la convivencia de muchas culturas. Aquí llegaron los holandeses, portugueses, ingleses, ahora cientos de asiáticos y creo que es una de las comunidades australianas con muchos venezolanos. ya conocí a algunos.
Extraño mi casa y mi desorden y al mismo tiempo quisiera este orden, estas reglas, tanta gente en la calle pendiente de sus niños, tanto columpio, tantas bicicletas, las puertas sin llave, aunque no sea una sociedad perfecta...cuál lo es?
El mejor plato australiano, que en realidad es italiano, o griego, o tailandés, o turco, o inglés, no tiene la multiplicidad o la delicadeza de sabores que reconozco como míos. Pero me encanta el orgullo de los agricultores, del pescadero que se esfuerza por entender que a mí sí me gusta el pescado entero, con cabeza y que quiero que lo abra por el lomo para hacerlo cachicamiao.
No es que me parezca mejor Australia, no es que quiera vivir aquí para siempre, es solo que quisiera lo mejor de todas partes para el lugar que habito, Río Caribe. Es que quisiera que mis hijos pudieran sentir que hasta en ese pequeño pueblo tienen oportunidades reales de crecer y ser sin miedos. Quizá si viviera en Perth como mi hijo Rodrig,o tendría su nostalgia por caerse a palos y cuentos con sus panas y reir en español. No tengo otra nostalgia que la de ver que se me acaban los días y regresaré a ser abuela skype, que no podré compartir el desayuno con Gusa, Diego, Ro y Aríanna, que el pasaje hasta acá es demasiado caro para mís ganas de verlos a cada rato.
Entonces pienso que mañana nos iremos de campamento a Margaret River, que probaremos los vinos de la región, que probaremos sus quesos, que nos bañaremos en el mar helado del océano Indico, que me comeré un típico pastel local con salsa y ketchup y quizá hasta me atreva a desayunar una tostada con espaguetis de lata encima como tanto les gusta a los aussie, y seré una viajera nostágica de estar lejos de mi casa, y nostálgica también de no estar aquí mas tiempo. Que mes y medio es mas de lo que nunca tuve y menos de lo que quiero, que no entiendo el desprecio por los aborígenes locales pero tampoco su comportamiento. Que cada país y es lo  que es y quiero tener de todos lo mejor, como me pasa con la comida. Soy una glotona de afectos, de platos, de familia, de normas, de desorden, de costumbres, de arbitrariedades, de confusiones y claridades. Soy solo una mamá, una abuela, una cocinera, una lectora ansiosa de más mundo.